sábado, 31 de diciembre de 2011

La desgracia de no saber latín (I)

Mas sigue con la vista mientras yo
te voy hablando, y mira los patricios
de este imperio justísimo y piadoso.

La colegialidad no es nada nuevo esto, me dirán ustedes. Desde la colegialidad proclamada en el Concilio Vaticano II tenemos la cadencia continua de que esta se dispara a todos los niveles olvidando el sentido latino de la palabra collegium que no es tanto el de un conjunto de iguales sino el de un conjunto unido en base a una ley que le da consistencia. Del colegio de arquitectos al colegio de monjas incluso parecería una noción tradicional cuando se insiste en ella ignorando distinciones. No es tan tradicional cuando con ello se da a entender una especie de legalidad, igualdad y fraternidad aplicada a la sociedad privada.

Tradicional es que en la Iglesia se hayan aplicado nociones que tienden a mantener la institución jerárquica de la misma y que eran usualmente tomadas de la cultura romana en la que se desarrolló. Una de las más hermosas es la de princeps y uno de las más populares pontifex. Si el título de Sumo Pontífice se aplicó al Papa como forma de afirmar su potestad espiritual sobre el poder temporal (no sin una larga discusión sobre el origen pagano del mismo y con algunas oposiciones) a los cardenales se les aplica por excelencia el título de "Principes de la Iglesia", aunque no sólo es de ellos este título, como tampoco es exclusivamente del Papa el de "pontífice". Todo obispo es pontífice para su diócesis y de ahí que la Misa propia del obispo se llame Pontifical, pero para distinguir la función vital del obispo de Roma se llama a este "Sumo Pontífice".
 
Usualmente se entiende por príncipe al herdero de un rey. Pero no es ese el sentido latino de la palabra, que siempre fue el de alguien de peso y que dentro de un cargo era el título dado al superior. Así tenemos que al Papa se le llama muchas veces "Princeps Ecclesiae" o también "Princeps Apostolorum". San Miguel Arcángel también es tradicionalmente designado "Princeps Ecclesiae", aparte de su tradicional cargo de Jefe de los Ejércitos Celestiales, aunque creo que aquí el título de Principe recuerda más al latino que se aplica a los rangos superiores o los jefes dentro de la oficialidad de los Ejércitos y sería una especie de alusión por oficio al "Exercitum Ecclesiae princeps". En este sentido latino de persona principal los cardenales son designados "Principes de la Iglesia". Son las personas de mayor peso dentro de la Iglesia y normalmente las que se designan para dirigir los diversos dicasterios de la Santa Sede, aunque tal rango no es esencial a la misión de la Iglesia como sí lo es el de obispo. Es pues parte de la articulación histórica de la Iglesia, como lo son términos territoriales como Diócesis y Parroquia.

Que el título de príncipe no es el de heredero se comprueba fácilmente porque aunque es usual el que un cardenal sea el elegido papa en un cónclave, esto no tiene porqué ser así. La única condición para ser electo papa es estar bautizado y ser susceptible de ser ordenado obispo (de hecho no tiene ni que estar ordenado de orden alguno a la hora de ser elegido. como ha sido algún caso).

Que el título de príncipe no es un concepto político sino organizativo o funcional dentro de una sociedad jerarquizada se muestra facilmente por todo lo dicho. Dicho título se subyuga siempre a la institución jerárquica de la Iglesia que se basa en el orden sagrado, como consta por su origen histórico que era el título dado en la Iglesia a los clérigos de la ciudad de Roma por su cercanía al Papa.

Entramos ahora en uno de los términos más complicados de entender para la mente moderna: el de senatus. El senado latino no era para nada lo que hoy día entendemos democráticamente como senado o cámara legislativa superior elegida por sufragio universal, sino que su sentido originario era el de una institución de consulta y ayuda para la monarquía. Obviamente los constituyentes del senado serían personas principales o príncipes de entre el pueblo, dotándolo así de un carácter aristocrático que hoy en día permanece oculto entre las bambalinas de lo que llamamos "la casta política" que es la nueva aristocracia comprada, según algunos, al servicio de una aristocracia de sangre judía de orden superior. La evolución del senado romano durante la república y su reducción a través de los edictos imperiales que adquirieron poder propio por encima del senado no es sino la muestra de algo que se había salido de madre, por decirlo así. Un poder consultivo y ambicioso de personas principales, cuya fama normalmente venía acreditada en principio por el servicio militar para la Patria, pues en Roma el auténtico poder era el que contaba con el beneplácito del Ejército como consta por la guerra civil entre César y Pompeyo y la posterior sujección del Senado al Imperator. La usurpación por determinadas familias de este cargo senatorial no hace sino confirmarnos que era un elemento aristocrático y darnos una idea de la ambición que se movía en Roma entre la oligocracia por un lado y el poder militar habilmente aprovechado por un general estrella por el otro.

Ahora tras todo lo dicho, a cuadros se me quedó el concepto cuando he visto que a los cardenales se les llama "Senadores de la Iglesia" en un mundo donde la palabra senatus ha perdido igual que en príncipe (que ya sólo queda para los cuentos de hadas), su sentido latino para pasar a ser un mero elemento democrático nada jerarquizado y donde se puede acabar malentendiendo la misma idea de la constitución jerárquica de la Iglesia. De hecho ese tender a recuperar el término "senadores de la Iglesia" frente al de príncipes nos da idea de que no se sabe mucho latín. No digo nada si se sigue utlizando sin especificar y sin saber latín, el término tradicional de "senado de la diócesis" al presbiterio de cada obispo. El olvido del latín y de las instituciones romanas a este respecto nos puede deparar la sorpresa de encontrarnos con una Iglesia totalmente distinta a aquella que acogió el significado cultural que dichas palabras tenían en el Imperio y que jamás pensó en usarlas con el sentido moderno que se le da hoy en día.

Un propósito para el año nuevo: aprender latín.


M.D.

jueves, 29 de diciembre de 2011

III Edición de las campanadas de fin de año

Apresurarse vi por todas partes
y besarse a las almas unas a otras
sin pararse, felices de tal fiesta

Hace un par de años que un grupo de católicos gustamos de reunirnos virtualmente la noche de fin de año para rezar, charlar y divertirnos un rato. Esto no es ninguna novedad. Las vigilias de fin de año son cosa tradicional en la Iglesia. 

Lo que aportamos de novedad es que mientras que algunos tienen a bien celebrar ese momento sin mucha crítica al espíritu pagano que lo ha suscitado -supersticiones variadas incluídas- nosotros nos reímos de todo eso y con buen humor proclamamos nuestro derecho como cristianos a pasar olímpicamente del espíritu pagano del mundo y a no atender esa entrada de año con más consideración que una noche más de las tantas que solemos pasar en este mundo virtual. O sea, que nos reimos de eso mismo: de la entrada del nuevo año y lo hacemos porque para nosotros el nuevo año entró con el primer domingo de Adviento y el paso civil sólo importa en cuanto al cómputo (utilidad) y poco más.

Como es habitual también celebraremos la noche de reyes de la misma manera mostrando su verdadero sentido de Epifanía de Nuestro Señor frente a la degradación de la fiesta que se hace mediante el engaño a los niños camuflado como "ilusión" y su materialización comercial.  

Ni que decir tiene que aunque no compartan esta radicalidad -a la que no obligamos a nadie pero en la que nos reimos de todos- están invitados a la velada, que acontecerá desde las 23:00 horas del día 31 (hora de España y pasará por los distintos husos horarios de los participantes hasta bien entrado el día siguiente) y a la que se pueden unir a la hora que les apetezca.

Durante dos años hicimos estas veladas en los foros de catholic.net. Este año la haremos en un foro creado para el momento y en el que desde ya se puede inscribir el que desee participar.

Un saludo a todos y especialmente a Eagleheart que ha resucitado este espíritu.

MD

miércoles, 28 de diciembre de 2011

¿Será una inocentada del Padre Iraburu?

Así se fue, y allí me abandonó
el dulce padre, y yo me quedé en duda
pues en mi mente el no y el sí luchaban.

Imagínense que se publica un artículo serio de teología donde se expone que no se está de acuerdo en A y B con la escuela contraria y que tampoco se está de acuerdo en la forma de solucionar el problema que da lugar a A y B por la inconsistencia con la que se presenta por dicha escuela. Como es un artículo de teología y no una mera exposición de posiciones, se pasa acto seguido a analizar la inconsistencia y el núcleo de la discusión adopta un cierto nivel donde se acaba como en todo artículo con unas conclusiones.

Supongamos que otro teólogo en respuesta a ese artículo cogiera el enunciado en que no se está de acuerdo con A y B y aquel donde se afirma la existencia de la inconsistencia y omitiendo todo el desarrollo teológico del artículo y la demostración de sus afirmaciones se limitara a decir que como es una posición contraria a la suya y que tantas veces ha demostrado que es contraria el artículo queda refutado.

La respuesta es obviamente que lo que gratis se afirma gratis se niega, o sea: que ese modo de proceder es una falacia lógica que nada refuta porque en ningún momento analiza el desarrollo de la inconsitencia que hace tal artículo y se la desmonta paso a paso limitándose a señalar que no comparten la misma opinión y que muchos autores lo han refutado. Es más la omisión del desarrollo en realidad es la omisión del núcleo del problema que es netamente eclesiológico y donde se dilucida la esencia del magisterio de la Iglesia, y el obrar falaz va más allá convirtiéndolo todo en un mero dilema moral de mantener la setencia o su contraria y por tanto falseando los términos del debate mismo tal como está planteado.

Pues esto es lo que ha hecho hoy el Padre Iraburu con el artículo del Padre Gleize que era una respuesta de alto nivel al planteamiento de Fernando Ocáriz y con todo el peso de alguien que, como Ocáriz, ha participado en los debates en Roma por la parte de la Fraternidad.
He pensado en un primer momento que hasta podía ser una inocentada muy sutil, pero no. Lamentablemente, no lo es. El Padre Iraburu responde así al artículo.

La prueba del algodón para la que no hace falta saber italiano y que cualquiera puede comprobar es que mientras que el artículo de Iraburu hace un resumen que se para en el punto séptimo del artículo del Padre Gleize, el artículo consta en realidad de trece apartados. El Padre Iraburu ha omitido más de la mitad del artículo y precisamente, como indicaba al principio, de la mitad hasta el final, aquella parte donde se aborda el núcleo de la discusión y el planteamiento estrictamente teológico tras exponer las posiciones y el contexto del desencuentro, como se suele hacer en todo trabajo que se precie.


Esto muestra dos cosas: una es que hay mucho nerviosismo en el lado infocatólico porque no se difunda ni se entre al legítimo debate teológico que ya es parte de la teología católica gracias, en gran parte, a Gherardini (es redundante pero habría que preguntar al Padre Iraburu si toda su moralina piadosa post falaciam se la dirigiría también al decano de los teólogos italianos y antiguo profesor del Laterano a modo de una equivalencia al "hay que excomulgar a Gherardini") y a otros. La otra es que el bajo nivel del artículo de Ocáriz, ha quedado como un listón de altura para la teología infocatólica,queparece incapaz de ir más allá de sus presupuestos voluntaristas y por tanto, inmanentistas.

No es de extrañar que en base a esos presupuestos errados que confunden objeto y sujeto en tantos temas, el Padre Iraburu siga sin comprender que hay de malo en el violento principio hegeliano de oposición y división que ha introducido en el ánimo de sus  seguidores contra los católicos que presenten cualquier argumento opuesto al que ellos consideran "la regla" con el término "filolefebvrismo" al cual sigue acompañando de acusaciones graves más o menos veladas que no hacen sino exarcebar los ánimos católicos. Algo, y hay que repetirlo mil veces, que va contra la misma esencia del magisterio específico de todos los Papas (ante y después del concilio) en los últimos siglos sobre la necesidad de mantener la unidad católica y no calificar al contrario de modo que se le ponga fuera de la Iglesia, cosa que es propia de la jerarquía. ¡Ojalá hubiera sido una inocentada!


ACTUALIZACIÓN:

Preguntado el Padre Iraburu (no he sido yo, así que no castigue al preguntón) por qué no ha hecho lo mismo con el artículo de Gherardini que tradujimos en este mismo sitio al castellano, su respuesta ha sido la siguiente:

Porque Gherardini no incurre en las graves falsedades del escrito del P. Gleize. Y porque el escrito de éste, en unas semanas cruciales para el porvenir de la FSSPX, ha sido publicado en medios propios de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. 

Esto muestra la mente que hay detrás del blogger que dice haber dicho lo suficiente y remite a textos realizados para adoctrinar, de más un año de antiguedad, y cerrados a toda reflexión sobre el debate en curso que ha sido dado la vuelta por Gherardini. Dicha mente no es otra que la falacia que parte de un acto de voluntad de difamar a la Fraternidad previo al análisis racional de sus argumentos teologicos. Anotamos dos más:

1. No se puede hablar de falsedades de un artículo (el de Gleize) si uno ni siquiera se ha molestado en entrar al cuerpo del artículo y exponer las falsedades allí donde se muestran falsas, que no es en la propagación de las sentencias como falsas por la propaganda, sino en el análisis de los razonamientos empleados. Esos razonamientos sobra decir que son en la parte crucial los mismos de Gherardini: y que versan sobre el objeto del magisterio y su continuidad. Por tanto es una edción más de lo que gratis se afirma gratis se niega.

2. No he entrado antes a analizar la falaz valoración y atribución que hace Irabruru de los artículos de Ocáriz y de Gleize como si fueran posiciones oficiales. Es obvio que no tiene porque ser así y que más bien es parte de un debate amplio cuyo principio es negado por Iraburu, de ahí su atribución falaz a que uno tendría rango de posición de la Santa Sede y el otro de la parte cismática, por decirlo así. Ahora la cosa es que ignora a Gherardini porque este no ha publicado en medios de la Fraternidad, pero desde el principio omite Iraburu que en el órgano oficial de la Fraternidad se lleva tiempo publicando información y artículos sobre el debate en curso sobre el Vaticano II. Entre lo publicado y al pie del resumen que hace DICI del artículo del padre Gleize están varias referencias a trabajos de Gherardini y la publicación de la carta a la Santa Sede que firma Gherardini. No es honesto Iraburu cuando pretende obrar separando personas cuando en realidad coinciden an argumentos. Bueno, es honesto si su planteamiento es personaly afectado  y no según el método teológico. 

Así que nada de esto es respuesta que nos diga otra cosa distinta de lo que ya se ve: una metodología falaz.



M.D.

Ecclesia Dei inicia campaña

Era bastante en los primeros siglos 
ser inocente para estar salvado,
con la fe únicamente de los padres

Fuentes reservadas han informado de la presentación en audiencia privada en el Vaticano de una nueva campaña mediática promocionada por la Congregación para la Doctrina de la Fe desde la comisión Eclessia Dei para terminar de una vez por todas el asunto de la regularización de la FSSPX. Según el sacerdote y monseñor de la curia que ha ideado la campaña, doctor en economía y derecho canónico y con un master en marketing, se trata de "concienciar a todos los católicos cualquiera que sea su inclinación en lo que es la Iglesia: comunión más allá de ideologías y gustos litúrgicos". Con ello se pretende "crear una sólida base de inquietud que germine en la proposición de nuevos proyectos de futuro encaminados a la regularización total del estatus de la Fraternidad que abrirán paso a nuevos horizontes".

 El punto fuerte es la inclusión de este vídeo que será presentado en todas las diócesis con sus correspondientes congresos de puertas abiertas y mesas redondas en las que se invitarán a los miembros de la Fraternidad que quieran asistir. El "sketch" cuenta con la intervención estelar de Paloma San Basilio y de otros actores menos conocidos y consiste fundamentalmente en una canción. "El que canta bien ora dos veces, como decía San Anselmo" dice alegremente el autor de la novedosa idea mientras un curita joven al oído le corrige rápidamente "San Agustín, padre, San Agustín". Como quiera que sea, aquí va el vídeo:
Preguntado por los asistentes el porqué esa inclusión final de una conocida marca de turrones, la respuesta ha sido precisa: "Es una nueva forma de financiación de la campaña, de la que podemos decir que no ha costado apenas nada a las arcas de la Iglesia, seguimos con ello el ejemplo de la última JMJ donde al final tendremos no sólo el grato beneficio espiritual, sino también el justo beneficio material". 

Esperamos que la avispada campaña muy en el estilo y profundidad de la "Nueva Evangelización" consiga su propósito y próximamente podamos darnos todos el beso de la paz en una gran Eucaristía concelebrada por el Papa y los obispos de la Fraternidad. Y como es de todos sabido, los besos y abrazos dan igual que sean en latín o en lengua vernácula.

M.D. 

martes, 27 de diciembre de 2011

Finanzas y financieros...

Esto engorda al cebón de San Antonio,
y a otros muchos más cerdos todavía,
que pagan con monedas no acuñadas.

Noticia esperada: se acerca "la misa de las familias" (ya cada vez con menos propaganda y fervor por los números inflados, aunque se nos haya invitado a todos los fieles del universo mundo)

Noticia inesperada: se necesita financiación y se ingenia el sistema de financiarla por móvil.

Al final lo de siempre, poderoso caballero es don dinero... ¿A qué meterse en tales celebraciones si al final se han de cargar sobre la gente que cada año es más pobre y necesitada?  ¿No hay medios de hacer la cosa más barata y sin que cargue gasto alguno sobre el fiel más allá del acostumbrado estipendio? Cuidado con hacer parecer estas cosas un negocio porque al final se acaba generando luteros y tocarán los violines de como la ambición de ser en lugar del enseñar y exigir el ser terminó por mostrar lo rutinario y mundano de tales actos.

Por otro lado, lo que sí se muestra ya es que, caído el poder socialista , los que se hubieran prestado gustosos a financiar tales actos de manifestación pública tan susceptibles de ser lugar de propaganda de la oposición han pasado a considerarlos como dispensables y seguramente no aportan lo que daban otrros años. De ahí que el ingenio de los organizadores se las tenga que componer para sacar nuevas formas de financiación. En fin, que no aprenden nada ni aprendemos nada de esta curiosa conjunción de política y religión en la España de hoy donde apenas nadie es católico y el que lo es lo es según su cuerda y no tanto según el corazón de la Iglesia, que está con las familias y con las familias más pobres y los pobres que no tienen ni familia a la que acudir en estas fiestas. 

Sólo una pregunta al corazón del católico avispado:

¿Hay algo más esperpéntico que hablar de financiación de una Misa y que para nada signifique eso las tradicionales fundaciones por determinados sufragios?

M.D.

sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Feliz Natividad de Nuestro Señor Jesucristo!



De un águila soberana
hermoso Fenix naciste;
y por eso entre estas pajas
segunda hoguera revives.
Perla preciosa...
Prenda de el alma.
Destierra, mi niño hermoso,
de el mundo tantos malsines.
Paxaros, que con sus uñas 
son de rapiña subtiles.
Perla preciosa...
Prenda de el alma.


(De un villancico cantando en la Catedral de Málaga el día de Nochebuena de 1751)

viernes, 23 de diciembre de 2011

De bello civile (II) Unas fotos famosas y otras olvidadas.

Y aquella sucia imagen del engaño
se acercó, y sacó el busto y la cabeza,
mas a la orilla no trajo la cola.

¡Cuánto dice una imagen! Dice el refranero que más que mil palabras. Quizás por eso las imágenes, y más desde que existe la fotografía, han sido de los primeros instrumentos para la primera víctima en toda guerra: la verdad.

Con una foto, con un retrato sutilmente pintado, interpretado y reinterpretado una yotra vez se puede poner la espoleta para cambiar la verdad de las cosas y así el caracter fiducial y pecaminoso del común de la masa hará el resto. En eso se basan las campañas mediáticas y es algo que la tradición infantil recogida por los Andersen ilustró en forma de un bello cuento de todos conocido: el traje nuevo del emperador.

De fotos va la cosa. De fotos que engañan y de fotos que dicen la verdad y en mi guerra civil favorita tenemos abundancia de estas fotos. Algunas llegan hasta hoy, donde el escándalo surge al ver una bandera de batalla confederada detrás del Papa (obviando que es parte de la bandera del Estado de Missisipi) o presente en una sacrílega celebración a lo cow-boy de la Santa Misa en Austria. La primera de esas fotografías hodiernas la tienen encabezando el tema, según costumbre. La segunda de esas fotos la tienen aquí:


En ambas se esconde la mentira que lleva al escándalo de ver algo que se cree representa el racismo y la esclavitud y lo más anticristiano que hay al lado de lo más sagrado. En ambas, dicho ocultamiento obvia toda evidencia a la cual deja escondida de la masa. Ambas no están exentas de cierto fariseismo susceptible de escandalizarse cuando se ve al Papa con el Presidente de USA ante una bandera confederada, pero que dejan de estarlo cuando se confirma que dicha bandera en realidad está oficialmente incorporada a la bandera de uno de los Estados de la hoy Unión y lo mismo para cuando se piensa que los abusos de la Santa Misa en Austria son amparados por un cardenal muy querido del Papa. Parece como si el darle un estatus de oficialidad al asunto deja las conciencias tranquilas. Ellos saben lo que hacen... repite la conciencia fiduciaria del fiel deformado. Lo mismo, por enésima vez, para cuando es Olokún el invocado en un acto católico con presencia del Papa.

Pero no es ese el aspecto que quiero destacar, sino el de la capacidad de alterar la verdad que tiene una campaña mediática. En este caso la campaña mediática que hace que una guerra civil se convierta en una auténtica guerra de liberación contra el mal en la presentación de uno de los bandos. Eso ocurre con la bandera confederada en esas fotos. Produce escándalo porque mil veces nos han vendido una imagen del Sur que no es el Sur, sino la imagen mediática del engaño necesario para movilizar a la masa.

Pasa lo mismo en la foto más famosa de la Guerra entre los Estados. Dicha foto está considerada la primera obra de arte del periodismo de guerra. Si acuden al parque nacional militar de Gettysburg, en el lugar llamado Devil's Den (La guarida del diablo) verán entre una de las muchas rocas que adornan la subida hacía el promonttorio de Little Round Top, que en la famosa batalla mantuvieron las tropas de la Unión, un lugar conocido como la emboscada del tirador sudista. Un parapeto de piedras entre dos gigantescas rocas que es el lugar de la foto de marras.

 
Un cartel que hoy en día figura en el sitio desde donde se tomó la imagen indica al visitante que la foto fue en realidad un montaje como se puede colegir por otras fotos tomadas el mismo día donde aparece el cuerpo en otro lugar. El fotógrafo y su equipo que justo después de la batalla anduvieron por allí movieron el cuerpo para lograr el efecto artístico. La fotografía de guerra entraba así en la historia con su función peculiar: servir de instrumento mediático. La heroicidad de los oficiales y muchachos de la Unión manejando las baterías frente al ejambre de francotiradores que pululaban en Devil's Den pasaba al imaginario popular. Posteriormente en los setenta del siglo XX sería cuando se pasaría a la otra versión: la foto era un montaje y los historiadores estaban de acuerdo en que Devil's Den no fue un lugar especial de francotiradores. Se ve que la desmitificación no es un proceso que afecta sólo a la Sagrada Escritura. El vaivén mediático de esta foto ha quedado así fijado por su memoria recogida oficialmente en el parque militar de Gettysburg. De nuevo la oficialización del asunto ha hecho que nadie, salvo cuatro chalados se interesen por las fotos de Gardner, que como trataré en otro lugar, muestran una abrumadora evidencia de todo tipo de que ese pobre soldado murió realmente allí y en ese cometido de francotirador. Me precio de haber dado quizás con una prueba definitiva y nada circustancial (almenos no se de nadie que la haya anotado, ni siquiera en la abundante información de las paginas del autor que cito) y el público especializado o no verá como la apariencia mediática puede cambiar a poco que se estudie detenidamente un asunto con un poco de rigor científico. Pero al contrario que en el traje nuevo del emperador, hoy no basta la mera inocencia de un niño para cambiar posiciones mediáticas institucionalizadas con cierta solera. Hoy día sólo un apoyo mediático puede movilizar a revisar un asunto. Desgraciadamente este comportamiento mundano se ha vertido en la Iglesia, inmersa en una guerra civil de posiciones gigantescas, más allá de la naturaleza. Pero sigamos con mi guerra favorita.

¿Que pasa cuando entre las fotos menos conocidas de mi guerra civil favorita se encuentran una que solía mostrar el general Lee en su casa tras el fin de la guerra no sin cierta nostalgia y que era de S.S.Pio IX? "Fue el único de todos los soberanos europeos que nos reconoció durante la guerra" le oían decir cuando le preguntaban curiosos por ella. De la representación diplomática confederada enviada a la Santa Sede poco se habla. Aunque parece que no fue un reconocimiento formal, si fue lo suficiente para que un viejo general episcopaliano y el hombre más querido de la confederación mantuviera con orgullo y agradecimiento honesto esa fotografía del Papa.

Otra fotografía olvidada es la que recibió el presidente de la Confederación, Jefferson Davis, en su celda tras la guerra y cuando estaba preso esperando su juicio por alta traición y rebelión contra el Gobierno Federal de USA (juicio que paradójicamente nunca se llevó a cabo al no encontrar base legal en la constitución que no prohibía en ningún sitio la secesión de los Estados integrantes por lo que fue liberado tras una larga temporada de prisión preventiva llena de penalidades y vejaciones sin cargo alguno, pero oficialmente y para la historia los sudistas serán siempre los rebeldes). También esa foto era del Papa reinante, Pio IX, pero esta vez venía mano del mismo Papa y con una anotación del Evangelio y firma manuscrita en ella que consoló mucho al maltratado presidiario. Su mujer dirá que sólo los católicos les ayudaron en sus dificultades frente a la apatía de su propia congragacion tras la guerra. Son fotos menos conocidas y que cuentan una verdad escondida. Como verdad escondida es el número de católicos en las filas confederadas. Mas de veinte generales de la Confederación eran católicos o se convirtieron al catolicismo, entre ellos la mano derecha de Lee: el general Longstreet. Y para colmo de verdades está la que el cuerpo de capellanes del Ejército los Estados Unidos sabe muy bien: el primer capellán católico caido en combate y medalla de honor del Congreso fue un capellán católico, pero del Ejército Confederado. La medalla de honor fue la medalla de honor del Congreso Confederado y el capellán cayó en acto de servicio mientras daba la extremaunción al coronel del regimiento herido en plena batalla tal como era su costumbre acompañando y confortando espiritualmente a la tropa hasta las últimas consecuencias.
Alguien ha dicho que la afinidad de Pio IX por el Sur fue por causas obvias: el Sur era de hecho una república cristiana (incluso se llegó a plantear el constituirla oficialmente y por derecho como cristiana) y organizada según los antiguos principios del cristianismo europeo: de modo aristocrático, centrada en la familia y según el ciclo del campo y el trabajo de la tierra en lugar de la mercadería y la usura y donde el principal valor era el honor antes que el dinero o la ambición. Era la muestra de como una república no necesitaba ser liberal para prosperar en el mundo moderno y en ella los católicos eran pocos pero muy influyentes y a cuyas escuelas acudía toda la clase alta sureña para recibir la mejor formación. De hecho los dirigentes sureños eran casi todos de la high church episcopaliana (lo más parecido en lo externo al catolicismo que hay en el mundo protestante). Muy lejano estaba el Sur de ese espíritu liberal protestante del norte orientado a la mercadería y a la esclavitud por el salario y si hacía falta, también a la esclavitud como institución como consta por la posición práctica de Lincoln, al que jamás se vió en iglesia alguna, aunque gustaba de pasear los domingos cerca de alguna para dejarse ver de la parroquia en lo que es una campaña de imagen. De esto de la escalvitud hay mucho que hablar también, pero basta con preguntarse que hacía tanto católico en una supuesta lucha por la esclavitud si era algo prohibido para ellos. La respuesta obvia es que la lucha no era por lo que la campaña mediática nos suele presentar. Ni uno sólo de los obispos católicos del Sur negó legitimidad a la causa sudista y todos eran abolicionistas tal como lo era el mismo general Lee y tantos otros destacados sureños. El error del Sur, habría estado en un error de principio: asumir en sus bases una religión equivocada respecto al orden natural que defendían. O sea: el haber asumido la misma religión puritana protestante que había conformado el mundo al cual se oponian. Al contrario que sus dirigentes, las bases sureñas eran en su inmensa mayoría protestantes puritanos, lo que habría hecho perder la causa aún antes de empezar la guerra por falta de un principio espiritual que diera consistencia a la organización patria puesta a prueba en lugar de socavarla en el tot capita endémico del protestantismo de masas. Quizás el Papa vio todo eso y de ahí su filia por el Sur en un mundo donde se perdía el antiguo modo de vida católico y cristiano. Como quiera que sea, los contactos con la Santa Sede, comenzaron ya al final de la guerra y tras la derrota de Gettysburg de modo que no pudieron variar el curso inevitable de la misma ya reacias las potencias extranjeras a reconocer a una Confederación desprestigiada. Con ello nuestra concepción mediática puede dar un vuelco y sólo con presentar fotos desconocidas y evidencias que no se suelen presentar.

Ahora un texto del Santo Padre para reflexionar:

Con este acto se desea consolidar las relaciones recíprocas de confianza, así como intensificar y hacer estables las relaciones de la Fraternidad San Pío X con la Sede apostólica. Este don de paz, al final de las celebraciones de Navidad, quiere ser también un signo para promover la unidad en la caridad de la Iglesia universal y llegar a poner fin al escándalo de la división.

Un texto, que precisamente es tomado de modo hipócrita y fariseo en esta campaña navideña destinada a todo lo contrario que el mismo representa de modo más que oficialista.

M.D.

jueves, 22 de diciembre de 2011

De bello civile (I)

Antes se hacía con armas la guerra;
y ahora se hace quitando a unos y a otros
el pan que a nadie niega el santo Padre.

Como se acerca Navidad y estoy ya harto de oir siempre las mismas cosas de la misma manera, osease en modo tornelliano o apolojético, voy a dar un requiebro al asunto.

Y es que la Iglesia está en guerra civil. Y para guerras civiles, una de mis favotitas: la guerra civil americana, que es de todo: de secesión; de norte contra sur; de azules y grises; de la libertad contra la esclavitud; de estados..., en fin, de todo menos de lo que habitualmente se cuenta y hay por debajo. Por eso y muchas cosas más es muy similar a lo que ocurre hoy día en la Iglesia. 
 



Empiezo por una sencilla introducción cinematográfica que nos ha de presentar como se vive esa guerra civil en el bando que ha de admirarnos y atraer nuestras simpatías tal como admiró y atrajo las simpatías del Papa (ya hablaremos de ello en otra entrega) en su día. En esta escena de la adaptación cinematográfica de la trilogía de la familia Shaara (continuada por el hijo tras el padre) el piadoso general confederado Thomas "Stonewall" Jackson explica a su desmoralizado asistente el verdadero estado de cosas por el que ha de ejecutar a los que un juicio justo declare como desertores. En el fondo le explica el estado de cosas de la misma guerra, que ni es un juego de poder ni algo en lo que se juegan una mera inversión de dinero, prestigio o posición ideológica, sino un acto  vital. O sea, lo que Santo Tomás llamaba una posición en la "verdad de la vida" en la que se juegan todo y de la que no se podrán recuperar si pierden. Ello lleva a la "verdad de la justicia". Salvador de Madariaga, en un estudio sobre la guerra de secesión americana quedaba intrigado y se preguntaba porqué el sur no lo había intentado más veces a lo largo de la historia como otros grupos en otras otras zonas geopolíticas europeas. No había entendido nada de lo que era el Sur y su posición vital, que para nada era un mero nacionalismo.

Pues eso mismo, La posición vital de uno de los bandos en la Iglesia no puede pasar por un acuerdo de medias tintas donde se puede obtener siempre provecho aunque se pierda pie en los órganos de poder, sino por la clarificación de los principios en liza en orden a un fin no meramente material que lleve a todos el pan cotidiano de la salud eterna que a nadie puede negar el Santo Padre. Si no se parte de esos presupuestos que deben dirigire el intelecto y la voluntad pues mejor callar antes que caer en la distorsión tornelliano propagandística de los hechos o en una fobia sistemática (un amigo ha inventado una palabra "filolefebvrismofobia") a un grupo de bautizados.

M.D.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Mientras los apolojetas no saben donde tienen la jeta, esta es la realidad:

Todos los otros que tú ves aquí,
sembradores de escándalo y de cisma
vivos fueron, y así son desgarrados.

"Apolojeta": falsificación de "apologeta" que consta de una apología de la fe con mucha "jeta" (coloquialmente: caradura o desfachatez). Antiguamente se diría "apologeta ad hominem" o "apologeta falaz". Yo prefiero usar este término.

Obviamente la "apolojetica" sólo tiene razón entre católicos que están deformados. Gentes tan corta de vista que montan un taco por el nuevo escándalo del momento tras el de Paz Vega (un artista que hace un Belén con personas desnudas) mientras pasan por alto que el vicario de Cristo en un acto en una Iglesia permite que se invoque a una deidad pagana. Un acto que es  mucho más grave y pernicioso para la Iglesia que la mierda de un artista que hace un Belén en plan nudista (me pregunto si han visto la Capilla Sixtina y hen escuchado la historia del "braguettone"). Me atrevería a decir que la invocación a Olokún ante el Papa complaciente para proteger al Vicario de Cristo, es un acto mucho más grave que toda la pederastia del clero, pero como la gente desconoce la moral y el objeto, fin y circustancias han sido reducidos a la repercusión mediático-social (una de las muchas circustancias a considerar aparte del fin y del objeto), pues nada. La "apolojética" hoy se aplaude mientras se obvia todo principio y se evita toda conclusión lógica.

Esto de gustar de la apolojética ocurre por ignorancia y deformación moral y doctrinal, y ,más allá de estas dos condiciones, a veces por una auténtica caradura para imponer un aquí no pasa nada cuando precisamente habría que ir vestido de saco para implorar el perdón de Dios y su gracia, obispos al frente. Escrito está: yo a los que amo, reprendo y castigo.

Por eso, mientras los apolojetas se dedican a maquillar los datos de la corrupción de la Iglesia para tener su pírrica victoria sobre la corrupción del mundo (diría el apolojeta: nosotros somos corruptos por unas decenas de miles menos que ustedes, luego, en realidad, somos mejores). Esta es la realidad de la Iglesia holandesa en su relación con la Iglesia Universal tal como la deja de manifiesto Rorate Coeli, sin entrar en números:

"Ahora sabemos en detalle exactamente que gran parte de la jerarquía de la Iglesia holandesa -una de las iglesias nacionales que guió a la Iglesia universal en el camino que concluyó en el Concilio Vaticano II y en la aplicación de las reformas conciliares -desde las décadas después de la Segunda Guerra Mundial, hasta el Concilio, y después del mismo Concilio: abuso de menores sistemático encubierto en una escala casi increíble- estaba espiritualmente muerta.

Esta fue la Iglesia de "El Catecismo holandés", la "Iglesia del futuro", la Iglesia que introdujo la Comunión en la mano, la liturgia salvaje, la recién inventada "plegarias eucarísticas", que no eran el canon que el rito romano siempre había conocido: fue la Iglesia de vanguardia, que guió a los padres conciliares a la primavera gloriosa que vendría después."

Lamentablemente para los apolojetas, la conclusión lógica no existe. No saben historia y no saben teología y por ello desconocen que un Concilio puede fracasar. O sea: fracasar en la consecución de su pretendida reforma. Y se seguirá fracasando en la reforma de la Iglesia mientras haya personas que se empeñan en mantener el estatus actual de cosas en la Iglesia como si no pasara nada. El apolojeta es tan feliz como el rey Pirro tras su victoria sobre los romanos, pero incapaz de concluir con el rey griego en buena lógical: "otra victoria como ésta y volveré solo a casa".

Yo por de pronto, de esta noticia tendría la base histórica y pastoral para suprimir el indulto de la comunión en la mano. Todo el que comulga en la mano debe saber que lo hizo al ser puesto de moda, contra ley y contra costumbre, por personas que viviían en un entorno espiritualmente muerto y complaciente con la pederastia. Un entorno susceptible de ser usado por Satanás para el mayor de los sacrilegios, que vemos hoy a diario y que no escandaliza a nadie. El manoseo de Nuestro Señor como cordero inocente entregado, tal como otros lo hacían con los niños. Y todo siguiendo el dictado que hace más de cien años se había dado desde instancias masónicas, como está bien documentado, en orden a arrancar la piedad eucarística de los fieles. Pero hacer esto es un sueño mientras existan quienes son capces de "apolojetizar" sobre la inemnsa bondad de que Nuestro Señor sea arrojado al suelo y pisoteado y manoseado en manos, bolsos y bosillos todos los días.

Por cierto, para variar, las autoridades religiosas no dicen ni mu sobre el "belén nudista". Aparte del "apolojeta", está el tibio, que ya no tiene ni cara que ofrecer, sino que la mantiene muy a gusto mientras todo le da más o menos igual. Pero en eso tiene buen ejemplo dentro del colegio episcopal.

M.D.

viernes, 16 de diciembre de 2011

La propuesta de Roma a Fellay, la verdad del asunto.

Silvano aquí tú serás poco tiempo;
habitarás conmigo para siempre
esa Roma donde Cristo es romano.


Y tan es verdad que lo que publico es la percepción del asunto por Monseñor Fellay en el sermón de la Inmaculada del pasado 8 de diciembre tal como ha sido traducido oficialmente por la agencia DICI:

Las propuestas recientes de Roma
Ustedes se han enterado de que ha habido una propuesta de Roma, propuesta que dice: «Estamos dispuestos a reconocerlos a ustedes». El problema es que sigue habiendo una condición. Esta condición ha podido variar un poco en su formulación, pero en el fondo sigue siendo la misma. Esta condición es: hay que aceptar el Concilio. Podría resumirse la situación actual diciendo: «Sí, ustedes pueden criticar el Concilio, pero con una condición: primero hay que aceptarlo». Y nosotros decimos: «¿Que se puede criticar después?»
Creo que este es un resumen honesto de la situación actual. No es difícil describirles a ustedes nuestra respuesta.
Evidentemente, las fórmulas son cada vez más interesantes y cada vez más próximas a lo que decimos nosotros. Actualmente, estamos llegando a un punto que manifiesta la profundidad del problema. En esa famosa propuesta, se nos dice: «Ustedes se comprometen a reconocer que en los puntos del Concilio que plantean dificultad, el único modo de comprenderlos es entenderlos a la luz de la Tradición continua y perpetua, o sea, a la luz del Magisterio precedente». La luz de la Tradición es el único modo con el que se pueden comprender los puntos dudosos. Van incluso más lejos: «Cualquier proposición e interpretación de estos textos dudosos, que se opusieran al Magisterio perpetuo y continuo de la Iglesia, debe rechazarse…». Es lo que nosotros hemos hecho siempre. Pero hay un diminuto inciso que añade: «…como dice el Nuevo Catecismo»; ahora bien, el Nuevo Catecismo repite lo que dice el Concilio.
Dicho de otro modo, sobre el principio no podemos estar sino de acuerdo. En cambio, la aplicación es completamente opuesta. Ellos pretenden que están aplicando el principio, diciendo: todo lo que se hizo en el Concilio es fiel a la Tradición y está en coherencia con ella, ya se trate del ecumenismo o de la libertad religiosa. Esto les muestra a ustedes la gravedad del problema. Hay un problema en algún lado. No puede ser de otro modo. El problema radica en la comprensión de algunas palabras, y por supuesto éstas son: «Tradición» y «Magisterio». El modo con que ellos comprenden estas palabras es subjetivo. Desde luego, la palabra «tradición» se puede comprender eventualmente en el sentido de «transmitir»: el acto de transmitir. Es una transmisión. Pero el modo habitual de comprender esta palabra versa sobre su contenido. ¿Qué es lo que se transmite? ¿Qué es lo que se transmite de generación en generación? La definición clásica de la Tradición es «lo que se ha creído siempre y en todas partes» (Conmonitorio de San Vicente de Lerins). «Lo que» designa aquí el objeto. Pero ahora es como si se pasara del objeto al sujeto, no fijándose sino en quién transmite.
Por lo cual, nos hablan de «tradición viva», por que el que transmite, cuando transmite, está vivo. Ahora bien, la vida se mueve y cambia. Los Papas cambian… y, por consiguiente, la tradición cambia, pero sigue siendo la tradición. Se trata de la misma tradición, pero que cambia. La Iglesia ha considerado también este sentido, pero de un modo completamente secundario. No se refiere a esto cuando habla de la Tradición, sino a lo que se denomina el depósito de la fe, el conjunto de verdades que Dios ha confiado a la Iglesia para que lo transmita de generación en generación, para que las almas se salven. Se trata del contenido. Por esta razón, con la definición de la infalibilidad en el concilio Vaticano I, la Iglesia enseña que el Espíritu Santo fue efectivamente prometido a San Pedro y a sus sucesores, es decir, a los Papas; pero no fue prometido de tal modo que, mediante una nueva revelación, los Papas enseñasen algo nuevo. Fue prometido para que, con la ayuda del Espíritu Santo, San Pedro y los Papas conserven santamente y transmitan fielmente algo que no cambia, eto es, el depósito revelado.

(Fuente: FSSPX/Ecône – Transcripción y títulos de DICI – 14/12/11)

Dicho texto presente en francés desde el día de la Inmaculada, traducido al inglés hace un par de días y puesto hoy en español es sencillo y claro de entender.
 
  • A) Que las posiciones de los "teólogos romanos" y los de la Fraternidad no están de acuerdo en la interpretación teológica de magisterio y Tradición es evidente. De hecho la parte que sigue al subrayado en rojo no es más que la exposición de la posición de la Fraternidad, que resulta ser idéntica a la de Gherardini y casi con las mismas palabras. Es obvio que es una posición que se puede defender dentro de la legitimidad canónica, que no se le niega a Gherardini. Por tanto ahí no hay problema si se quisiera resolver el asunto.                                                                                                                                
  • B) El obstáculo real e inmediato ha sido dicho expresamente por Fellay: el inciso "como dice el catecismo..." sobra y no puede ser interpretado como que se le hace firmar a la Fraternidad una posición teológica cuestionada legítimamente por ella. Ya dije en su día en otro sitio que es una locura incorporar un catecismo (que siempre es una determinada visión teológica de las conexiones del dogma) para resumir el mínimo común exigible que hace a una persona católica en la aceptación de la Iglesia. Es obvio que quitado este obstáculo inmediato la Fraternidad podrá interpretar que entra en legítimo debate de "los puntos en cuestión del concilio" (no es el concilio entero como siempre tratan de desinformar) que no le hacen perder legitimidad canónica como no se la hacen perder a Gherardini.

Entiendo ahora tanto nerviosismo en ciertos sectores y citas sesgadas de este texto fundamental para entender el meollo del problema y presentarlo como una negativa total a aceptar el magisterio de la Iglesia por la Fraternidad.

El único problema es que en A entre los "teólogos romanos" figure el pensamiento del mismo Papa, pero entonces haría falta algo más que un no estoy de acuerdo con su teología, sino que debería poner en un acto de magisterio solemne y definido los principios teológicos que ahora no son más que interpretación de escuela para poder poner a quien piense distinto fuera de la comunión total de la Iglesia. O sea: debería darse al menos una condena solemne de la interpretación que hace Gherardini, por citar un ejemplo católico, del magisterio y la Tradición.  Esto es menos factible que el Papa decida de motu prorio regularizr a la Fraternidad.

De los teólogos romanos y sus interpretaciones del dogma tenemos otros momentos en la historia de la Iglesia, como el caso famoso de San Julián de Toledo y su no menos famoso apologético, que es muy similar a lo que está pasando ahora. Quizás el final que se depare es el mismo que nos cuenta la Crónica Mozárabe del 754 para aquel desencuentro de la sede primada de la floreciente Hispania visigoda con Roma.

M.D.

Además de incoherentes, tibios y mundanos.


dijo: «¿No sabes que estás en el cielo?
y ¿no sabes que el cielo es todo él santo,
y de buen celo viene lo que hacemos?



Si pierdes una moneda de cinco céntimos no le das importancia. A lo más dirían al que se pusiera a buscarla ¡qué exagerado! ¡qué ávaro! Si la pérdida es de un billete de cien euros, la cosa cambia un poco. Al menos es asumible que es una pérdida seria para el bolsillo medio del apenas mileurista o menos que tiene la mayoría.

Pues con esto de no dar importancia a los actos que por ser contra el culto y la religión son gravísimos y de primer mandamiento de ley natural pues pasa igual, sólo que como hoy en día la gente no tiene medidad de lo que vale la dignidad de Dios que es lo sagrado, pues acaba midiéndola por el valor que se le da. En estos casos y tantos de blasfemias e insultos y ataques, pues el valor que se le da pues apenas es nada. No debe ser muy importante eso que dicen creer cuando no les mueve a nada más que quitar importancia a todo o a meros comunicados de dolor o lamentación sin visibilidad "in re" del dolor o el lamento. Cinco céntimos, no más. Y los que cacareamos pidiendo más somos los pobres exágerados y ávaros.

Luego nos venden nuestros obispos magníficas homilías y planes pastorales, incluso desde Roma nos llegan en forma de dicasterio de Nueva Evaneglización para transformar esta sociedad tan secularizada a la que no le importa Dios, dicen. Obras son amores y no buenas razones, tambien se dice.

Hace poco más de un año ocurrió un grave sacrilegio en la catedral de Córdoba. Unos musulmanes por forzar la profanación del recinto sacro con sus rezos, y mientras estaba diciéndose la Santa Misa, dieron una puñalada al vigilante de seguridad que intentó expulsarlos del recinto, sumando a la profanación del recinto sacro y de la Eucaristía la violencia que vierte sangre en suelo sagrado.
La solución del Obispo fue reunirse con el cabildo para decidir que se iba a montar una comisión que se reuniría para ver que se hacía... No es broma. La respuesta de chiste al sacrilegio es: "estamos reunidos, no molesten". Ahí quedó todo.

Eso me indujo a buscar un ejemplo de nuestros mayores, por ver como habrían respondido ellos en situaciones similares. Por eso de ver lo tradicional, lo que siempre se ha hecho en estos casos. Así di con el siguiente relato de lo que hacían los anteriores obispos de Córdoba cuando ocurría un hecho escandaloso según una vieja crónica de los obispos de tal ciudad cuyos hechos se datan en 1641:

    Por este tiempo andaban ocultos por España unos Judios ó Herexes que sacrilegamente atrevidos profanaban las Imagenes Sagradas. En Madrid Granada y otras partes cometieron estos escandalosos excesos y en Cordoba lo executaron con una Imagen de Nra Sra y de su hijo Jesus Niño Lunes catorce de Julio por la noche de este año de seiscientos quarenta y uno. Sobre la Fuente en que se apareció Nra Sra estaba una Imagen suya con Jesus Niño en los brazos en un nicho cerrado con reja que limaron y abrieron el candado que tenia. A la Imagen dieron algunos con puñal y le quebraron dos dedos al Niño, quitaron la derecha y quebraron dos de la izquierda. Oyó el ruido gente que se hallaba en una vecina y fue donde sonaban golpes, con que huyeron los agresores dejando el vestido de Imagen quitado y por tres partes como con saca bocado. Nuestro Obispo tubo la noticia de tan execrable maldad luego por la mañana del dia y sin dilacion marchó al Santua rio de la Fuen-Santa, al mismo tiempo el Corregidor D. Geronimo Pueyo y Araciel hechas las averiguaciones y reconocimiento de la Imagen acordaron colocarla en el Altar dentro del Santuario. El Dean avisado de este suceso dio cuenta al Cabildo y considerada su gravedad nombró quatro que tratasen con el Prelado la demostracion que se debia en caso tan sensible y escandaloso.

En un solo día después de los hechos estaba movilizados autoridades civiles para investigar el delito y el obispo y el cabildo para lo que le correspondía como autoridades religiosas ¿Qué decidirían estas sobre la "demostración que se debía"?

    Al dia siguiente diez y seis vino el Obispo al Cabildo y propuso que para desagravio de tan sacrilego deshonor se trajesen á la Catedral con procesion general las Imagenes de Nra Sra de la Fuen-Santa y la vulnerada y que se celebrase un Novenario de fiestas muy solemne en cuyo tiempo se repartiesen copiosas limosnas y ayunase el Pueblo dos dias y que acavado se volviesen á llevar al Santuario con otra procesion las Sagradas Imagenes, sobre que podia discurrir el Cabildo. Oida esta propuesta de su devoto Prelado se conformo en todo el Cabildo y ofreció repartir quatrocientos ducados de limosna con las cantidades que mandase distribuir el Obispo. El Cabildo participó esta resolucion á la Ciudad y la admitió con gran gusto ofreciendo asistir y concurrir á demostracion tan piadosa Nuestro Obispo.

Un día más para la reunión y ya estaba dado lo que se iba a hacer, que como podeis leer muestra el celo del Obispo, que además se procuraba de combatir la saña diabólica con los medios evangélicos: ORACION AYUNO Y LIMOSNA.

Todo se hizo y preparó en dos días y cuando no había ni coches ni móviles ni Internet ni prensa ni televisión para cordinarse y reunirse con celeridad.

La crónica sigue contando como tanto quebranto puso este agravio al ánimo del obispo que enfermó y el día diecinueve hubo que aplazar las procesiones ya que hacía un calor desmedio y el santuario estaba lejos de la ciudad. Pero que se continuó con el novenario por diputación de caballeros y prebendados hasta que prontamente se reanudó todo tras la indisposición del obispo con la asistencia devota de numeroso pueblo.

Aun en medio de los avatares y del tórrido verano del sur de España el celo de nuestros antepasados descuella como un alcázar entre la podredumbre de leyendas negras y tibieza hodierna. Pero eran obispos y hombres de fe; de mucha fe. Tanta, que la alumbraron a un nuevo mundo a pesar de sus defectos.
Ahora nos podemos explicar porqué se seculariza una sociedad. Y como son los prelados los primeros culpables de tal cosa. No hay excusa. Desde el Papa hasta el último de los obispos todos han de ser ejemplares en este celo y menos ciudadanos del mundo. Da pena leer artículos como los que se están dando estos días donde la eficacia se mide de modo mundano ya sea en forma de comunicados o escarmientos mientras se olvidan nuestras principales armas que han de tomar la calle y llevarse por delante a tanto tibio para los cuales la palabra desagravio, reparación y sentido sagrado del suelo sacro han desaparecido.

M.D.

jueves, 15 de diciembre de 2011

¡Esto es un escándalo!

Ahora estaba cogido por dos partes
una me hace callar, la otra me pide
que hable; y yo suspiro y me comprende
mi maestro, y «No tengas ningún miedo
de hablar --me dice-; háblale y revela
lo que con tanto afán ha preguntado»



 Escuché a dos personas esta mañana discutir de la noticia del día:

-¿Qué hay de malo en que una señora pose en recinto sagrado cuasi desnuda para publicidad de un empresa de chocolates?

-Pues que es un sacrilegio gordísimo.

-¡Pero si está rezando!

-¡Véndaselo a otro, hombre! ¡Es un escándalo! Algo reprobable y digno de reprobación y algo más...

-¿Entonces, cuando se comete un sacrilegio, como usted dice: gordísimo, en sagrado hay que liarla porque es un escándalo?

-Efectivamente, creo que era Santo Tomás de Aquino el que decía que la verdad estaba antes que el escándalo que pudiera suscitar.

-Bueno, aunque no era exactamente así, se lo concedo todo. Pero ahora respóndame a una cosa, buen hombre, usted que es tan celoso de la casa de Dios.

-Usted dirá.

-¿Porqué no dijo nada cuando se invocó a una divinidad pagana en sagrado en la Porciúncula hace poco para publicidad de la paz del mundo? Una divinidad a la que además se sacrificaron seres humanos, por eso de hacerlo todo gordísimo.

Las posibles respuestas se las dejo a ustedes porque ahí se terminó la conversación.

M.D.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Gherardini responde a los laudatores

Así reunida vi a la escuela bella
de aquel señor del altísimo canto,
que sobre el resto cual águila vuela.



Monseñor Brunero Gherardini, Profesor Emérito de la Pontificia Universidad Lateranenese, canónigo de la Basílica Vaticana y director de la revista Divínitas, ha publicado el siguiente artículo en Disputationes Theologicae. Ofrezco mi propia traducción.

Es un artículo de suma importancia, no tanto por el contenido, que es simple y sencillo y de cosas no menos sabidas que aquellas que decía Ocáriz en su artículo, sino por la grandeza de líneas teológicas (el señalar la importancia de delimitar los límites del magisterio frente a la repetición de lo que nadie niega) y el recordatorio de lo que no suele decirse (por ejemplo que no todo lo que dice el Papa es magisterio). El tono no está exento de cierta ironía, pero la profundidad teológica que encierra es muy elevada, por ejemplo cuando desde esas líneas se muestra cuan necesario es un debate sobre las eclesiologías tan dispares que se asumen hoy día dentro de la misma Iglesia (no duda Gherardini en llamar inversión estructural de la Iglesia a cierta interpretación maximalista del magisterio muy en boga en ciertos sitios). Gherardini es en este texto un maestro que está enseñando con leche la profundidad de la Iglesia a niños de pecho malcriados muchas veces herederos del protestantismo en sus distintos aspectos que permean el mundo contemporáneo. Más adelante publicaré un comentario a este necesario y bienvenido artículo.

Iglesia-Tradición-Magisterio

Por Monseñor Brunero Gherardini.

La gran celebración cincuentenaria ha comenzado. Todavía no se ha dado el tam-tam mediático, pero se puede notar en el aire. El cincuentenario del Vaticano II abrirá las compuertas a los más altos superlativos que se puedan componer en juicios elogiosos. Ni una sombra de la sobria actitud que se requería, como momento de reflexión y análisis para una mayor evaluación crítica en profundidad del evento conciliar. Ya se ha empezado a lo loco con las repeticiones de lo que ha sido dicho y repetido durante cincuenta años: El Vaticano II es el punto culminante de la Tradición y su misma síntesis. Ya están preparados y programados congresos internacionales sobre el más grande y más significativo de todos los concilios ecuménicos; otros, de más o menos importancia, serán organizados sobre la marcha. Y sobre el argumento, el ensayo se enriquece día a día. L’Osservatore Romano, obviamente, pone de su parte y tira sobre la adhesión debida al Magisterio (Edición Italiana de 2 de Diciembre de 2011, p.6). El Vaticano II es un acto de magisterio, por lo tanto… El argumento nos adelanta que cada acto de magisterio debe ser aceptado como viniendo de los Pastores, quienes, por razón de la sucesión apostólica, hablan con el carisma de la verdad (DV 8), con la autoridad de Cristo (LG 25), a la luz del Espíritu Santo (ibid.).

Aparte del hecho que esto lo que hace es probar la autoridad magisterial del Vaticano II con el mismo Vaticano II, lo que en otro tiempo se llamaba “petitio principii”, parece evidente que este modo de proceder arranca de la premisa que el magisterio es absoluto, un sujeto independiente de todo y de todos, excepto de la sucesión apostólica y de la ayuda del Espíritu Santo. Ahora bien, si  la sucesión apostólica está garantizada por la legitimidad de las Sagradas Ordenes, parece difícil establecer  un criterio que garantice la intervención del Espíritu Santo dentro de los parámetros que se discuten aquí.

Sin embargo, una cosa es incuestionable: nada en el mundo, receptáculo que contiene a las cosas creadas,  tiene el don de ser absoluto. Todo fluye en un circuito de recíprocas interdependencias, y de ahí, que todo dependa, todo tiene un principio y tendrá un final: “Mutantur enim –decía  el gran Agustín- ergo creata sunt”. La Iglesia no es una excepción, tampoco su Tradición, tampoco su Magisterio. Es un asunto de realidades sublimes en lo alto de la escala de todos los valores creaturales, dotadas de una cualidad que permite cambiarlas, pero siempre son penúltimas realidades. El eschaton, la realidad final, es Dios y sólo Él.
A menudo se recurre a un lenguaje que cambia este dato factual y donde se reconoce a estas realidades sublimes con un alcance y significado por encima de sus limitaciones; en otras palabras, se absolutizan.  La consecuencia  es que esto las priva de su estatus ontológico y las convierte en una presunción irreal; de tal manera que también pierden la sublime grandiosidad de su penúltima realidad.

Inmersa en el momento trinitario de su designio, la Iglesia existe y opera en el tiempo como el sacramento de salvación. El carácter teándrico que la hace una misteriosa continuación de Cristo no está en cuestión, tampoco sus propiedades constitutivas (unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad), tampoco su estructura y su servicio, pero todo esto está todavía dentro de una realidad de este mundo que está capacitada para mediar sacramentalmente la divina presencia, pero siempre como una realidad de este mundo, que por definición, por tanto, excluye lo absoluto.

Tan es así que ella se identifica con su Tradición, de la que obtiene la continuidad consigo misma y a la que debe su aliento vital y de la cual obtiene la certeza de que su ayer siempre se vuelva hoy de manera que esté preparada para su mañana. La Tradición, por tanto, le da el movimiento interior que la impulsa hacía el futuro, mientras que salvaguarda el presente y el pasado. Pero la Tradición tampoco es un absoluto: comenzó con la Iglesia y terminará con ella. Sólo Dios permanecerá.

La Iglesia ejerce un control real sobre la Tradición: un discernimiento que distingue lo que es auténtico de lo que no lo es.  Lo hace con un instrumento al que no le falta “el carisma de la verdad”, con la condición de que no caiga en la tentación de tornarse un absoluto. Este instrumento es el magisterio, cuyos titulares  son el Papa, como el sucesor del primer Papa, el apóstol San Pedro, en la sede de Roma, y los obispos como sucesores de los Doce en el ministerio o servicio a la Iglesia, allí donde esté la expresión local de la misma. Es supérfluo recordar las distinciones –solemne si es el de un concilio ecuménico o el del Papa, cuando el uno o el otro definen verdades que atañen a la fe o a la moral; ordinario, si es el del Papa en su actividad específica, o el de los obispos como un todo en comunión con el Papa- dentro del magisterio; es mucho más importante precisar los límites dentro de los cuales el magisterio está garantizado de tener “el carisma de la verdad”.

Debe ser dicho antes que nada, que el magisterio no es una super-Iglesia que imponga juicios y modos de comportarse a la misma Iglesia; tampoco es una casta privilegiada sobre el pueblo de Dios, una especie de autoridad poderosa a la que hay que obedecer y punto. Es un servicio, una diakonia. Pero también es una tarea que debe llevarse a cabo, un munus, en concreto el munus docendi que no puede y no debe situarse por encima de la Iglesia, de la cual y a través de la cual viene a la existencia y obra. Desde el punto de vista subjetivo coincide con la Iglesia docente, el Papa y los obispos unidos con el Papa, en función de que oficialmente proponen la Fe. Desde el punto de vista operativo, es el instrumento con el que esta función se lleva a cabo.

Demasiado a menudo, en cambio, el instrumento se toma como un valor en sí mismo y se apela a él en orden a cortar cualquier discusión de raíz, como si este instrumento estuviera por encima de la Iglesia y como si no tuviera delante de él la enorme mole de la Tradición que debe recibir, interpretar y retransmitir en su integridad y fidelidad. Y es justamente aquí donde se muestran esos límites que lo salvaguardan del peligro de la elefantiasis y de la tentación absolutista.

No hay razón para ahondar en el primero de estos límites, la sucesión apostólica. No debería ser una dificultad para nadie el probar, caso por caso, la legitimidad y de ahí la continua sucesión en la posesión del carisma que pertenece a los Apóstoles. Por otro lado, deben decirse unas palabras sobre el segundo límite, o sea, sobre la ayuda del Espíritu Santo.  El razonamiento confuso que prevalece hoy es más o menos como sigue: Cristo prometió a los Apóstoles y a sus sucesores, en otras palabras a la Iglesia docente, el envío del Espíritu Santo y su asistencia para ejercer el munus docendi en la verdad; el error está por tanto ausente desde el principio. Sí. Cristo hizo tal promesa, pero indicó también las condiciones para que se cumpliera.  Si no, se puede crear una grave adulteración sólo en la manera en que se apela a esta promesa: ya sea no reportando las palabras de Cristo, o cuando son citadas, no se les da el significado que tienen. Veamos de que se trata.

La promesa está registrada sobre todo en dos pasajes de los cuatro Evangelios: Juan 14, 16.26 y 16, 13-14. Ya en el primer pasaje, uno de los límites mencionados resuena con la mayor claridad: en realidad, Jesús no se para en la promesa con “el Espíritu de la verdad” -nótese las palabras en cursiva, una traducción requerida por el artículo definido griego της, que en positivo y en negativo continua siendo traducido como si la verdad fueran un optional del Espíritu Santo, donde lo personifica-  sino que preanuncia la función:  os recordará todo lo que Él, Jesús, os ha enseñado antes. Se trata, por tanto, de una asistencia para conservar la verdad revelada, no para la integración en ella de otras verdades o de verdades diferentes de aquellas que han sido reveladas o se presumen como tales.

El segundo de los dos textos Joanicos, confirmando el primero,  entra en detalles adicionales: el Espíritu Santo “os guiará a la verdad plena”, también a aquella que ahora Jesús calla, porque está más allá de lo que pueden soportar los suyos (16,12). AL hacer esto, el Espíritu “no hablará por cuenta suya, sino que dirá todo aquello que escucha […] tomará de lo mío y os lo dará a conocer”. Por ello no habrá ulteriores revelaciones. La única se cierra con aquellos a los que Jesús está hablando. Sus palabras se presentan con un significado unívoco, que atañe a la enseñanza impartida por Él y sólo a esta enseñanza. Es este un lenguaje que no es cifrado o críptico, sino límpido como el sol.  Se podría presentar una objeción desde la perspectiva de aparente novedad en relación a aquello que, ahora silenciado por Jesús, vendrá anunciado por el Espíritu Santo; pero la delimitación de la asistencia a una acción de guía para la posesión de toda la verdad revelada por Cristo excluye una novedad substancial. Si emergiera una novedad, se tratará de un significado nuevo, no de una verdad nueva; de ahí el justísimo “eodem sensu eademque sentencia” del Lerinense. En pocas palabras, la pretensión de achacar a la asistencia del Espíritu Santo cada susurro de las hojas, con lo que quiero decir el achacarle toda novedad y especialmente aquellas que adaptan a la Iglesia en la dimensión de la cultura dominante y de la, así llamada, dignidad de la persona humana, no sólo es una inversión estructural de la misma Iglesia, sino que también es una tachadura en los dos textos antes mencionados.
No es todo. El límite de la intervención magisterial está también en su misma formulación técnica. Para que sea verdaderamente magisterial, en un sentido definitorio o no, se hace necesario que la intervención recurra a una fórmula ya consagada, de la cual se obtiene sin incertidumbre alguna la voluntad de hablar como “Pastores y Doctores de todos los cristianos en materia de Fe y de Moral, en el uso de su autoridad apostólica”,  si es el Papa el que habla. O si  resulta con igual certeza, por ejemplo por parte de un concilio ecuménico, a través de las fórmulas acostumbradas de afirmación dogmática, la voluntad de los Padres conciliares de unir la fe cristiana con la Revelación divina y su ininterrumpida transmisión. Faltando tales premisas, sólo en un sentido lato podrá hablarse de magisterio: no toda palabra del Papa, escrita o dicha, es necesariamente magisterio: y otro tanto se debe decir de los concilios ecuménicos, no pocos de los cuales no han hablado de dogma, o no lo han hecho exclusivamente.  Otras veces incluso han insertado el dogma en un contexto de diatriba interna y de luchas personales o de grupos, que hacen absurda una pretensión magisterial de los mismos dentro de dicho contexto. Todavía suscita una impresión netamente negativa un concilio ecuménico de indiscutible importancia dogmático-cristológica como el de Calcedonia, que pasó la mayor parte de su tiempo en una vergonzosa lucha de personalismos, de precedencias, de deposiciones, de rehabilitaciones; no es en esto un dogma Calcedonia. Como no lo es la palabra del Papa cuando privadamente declara que “Pablo no entendía la Iglesia como una institución, como una organización, sino como un organismo vivo, en el cual todos obran el uno por el otro y el uno con el otro, estando unidos a partir de Cristo”; es todo lo contrario,  y  se sabe que la primera forma institucional, precisamente para favorecer al organismo vivo, fue estructurada por Pablo en modo piramidal: los apóstoles al vértice, después los ἐπισκόποι-πρεσβυτεροι, los ηγουμενοι, los προισταμενοι, los νουθετοῦντες, los διακονοι: son distinciones de competencias y oficios que no ha sido todavía exactamente definidos, pero que son ya distinciones de un organismo institucionalizado. También en este caso, quede bien claro, la actitud de los cristianos es de respeto y, al menos en principio, también de adhesión. Pero si la conciencia del creyente particular en la adhesión a un caso como el descrito anteriormente no es posible, esto no significa que sea una rebelión contra el Papa o la negación de su magisterio: sólo significa que no se trata de magisterio.

El discurso retorna ahora, para terminar, al Vaticano II para decir, si es posible, una palabra definitiva sobre su pertenencia o no a la Tradición y sobre su calidad magisterial. Sobre esto no cabe ningún interrogante y esos laudatores que no se cansan de sostener durante cincuenta años la identidad magisterial del Vaticano II pierden y hacen perder el tiempo: nadie lo ha negado. Teniendo en cuenta, sin embargo, su exuberancia acrítica, surge un problema de calidad: ¿De qué magisterio se trata? El artículo de "L'Osservatore Romano", para el que en principio se me ha llamado, habla de magisterio doctrinal: ¿Y quien jamás lo ha negado? Incluso una declaración puramente pastoral puede ser doctrinal, en el sentido de pertenecer a una determinada doctrina. Pero quién diga doctrinal en el sentido de dogmático confunde las cosas: no hay ningún dogma en los activos del Vaticano II, que si tiene un valor dogmático, lo ha dejado reflejado donde se traen los dogmas previamente definidos. Su magisterio, como se ha dicho una y otra vez a todo el que tenga oídos para oír, es un magisterio solemne y supremo.

Más problemático es su continuidad con la Tradición, no porque el no haya declarado esa continuidad, sino especialmente porque en los puntos clave en los que era necesario que esta continuidad fuera evidente, la declaración ha quedado no demostrada.

Publicado por Disputationes Theologicae
M.D.