jueves, 13 de octubre de 2011

Palabras que se lleva el viento... (I)

Por esto el Evangelio y los Doctores
se olvida, y nada más las Decretales
se estudian, cual sus márgenes indican.

Creo que todos pueden imaginarse la gran alteración que en su día supuso la encíclica Humanae Vitae. No se si todos saben su historia real. La resumiremos con una cita del inestimable Iota Unum de Romano Amerio:

Habiéndose pronunciado en el aula, incluso por bocas cardenalicias (Léger y Suenens), nuevas teoríıas que rebajaban el fin procreador del matrimonio y abrían paso a su frustración (mientras elevaban a pari o a maiori su fin unitivo y de donación personal), Pablo VI hizo llegar a la comisión cuatro enmiendas con orden de insertarlas en el esquema. Se debía enseñar expresamente la ilicitud de los métodos anticonceptivos antinaturales. Se debía declarar igualmente que la procreación no es un fin del matrimonio accesorio o equiparable a la expresión del amor conyugal, sino necesario y primario. Todas las enmiendas se apoyaban en textos de la Casti connubii de Pío XI, que habrían debido insertarse. Las enmiendas fueron admitidas, pero no así los textos de Pío XI. Mientras tanto la cuestión de los anticonceptivos era consultada a una comisión papal, y fue después decidida con la encíclica Humanae vitae de 1968,

Así el Papa escamoteaba a la creatividad de los padres conciliares un elemento clave de doctrina moral sexual tan necesario para el buen fin de la sociedad que se nutre de los matrimonios. La Humanae Vitae condenaba claramente los medios anticonceptivos antinaturales y del aborto, entre otras cuestiones que abordaba en la moral sexual matrimonial, y marcaba el ostracismo de Pablo VI, que fue totalmente abandonado por muchos en esta cuestión. Dio comienzo una rebelión en la Iglesia, como mostraba la revista Time.  Teólogos de fama, obispos y hasta Conferencias Episcopales enteras se opusieron, como fue el caso de la Conferencia Episcopal Canadiense, que a día de hoy sigue sin haber rectificado la Declaración de Winnipeg de 1968 donde repudiaban la aplicación pastoral de la Humanae Vitae y la dejabna a la libre decisión de la conciencia subjetiva mientras se adherían al Papa. Un auténtico cisma de los obispos de toda una nación con materia doctrinal claramente definida por medio y que la Santa Sede ha ignorado hasta el día de hoy a pesar de que en las nota doctrinal que acompaña a la Professio Fidei se hace mención expresa de la autoridad con la que se proclamaba la Humanae Vitae en la nota que acompaña al siguiente texto:

La segunda proposición de la Professio fidei afirma: "Acepto y retengo firmemente, asimismo, todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la fe y las costumbres, propuestas por la Iglesia de modo definitivo". El objeto de esta fórmula comprende todas aquellas doctrinas que conciernen al campo dogmático o moral (13), que son necesarias para custodiar y exponer fielmente el depósito de la fe, aunque no hayan sido propuestas por el Magisterio de la Iglesia como formalmente reveladas.

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13. (13) Cf. Pablo VI, carta encíclica Humanae vitae, 4: MS 60 (1968) 483; Juan Pablo II, carta encíclica Veritatis splendor, 36-37: AAS 85(1993) 1.162-1.163.

 Esperaremos sentados que a la Conferencia Episcopal Canadiense le propongan preámbulos doctrinales para firmar. A lo más presentarán a redescubrir la Humane Vitae sin mojarse en retractación alguna, que es lo que de facto, han hecho en 2008.

Escuchemos de nuevo a Romano Amerio:
Aún en el Sínodo de Obispos de 1980, el Grupo B de lengua francesa afirma: El Grupo se adhiere sin reservas a la Humanae vitae, pero haría falta superar la dicotomía entre la rigidez de la ley y la ductilidad pastoral. La adhesión a la encíclica se convierte así en puramente vocal, porque más que ella lo que importa es plegarse a la ley de la humana debilidad (OR, 15 octubre de 1980).

Y así están y siguen las cosas a día de hoy. Nadie propone medidas anticismáticas al que disiente de esta enseñanza aunque muestre su amor al Papa adhiriéndose a él. Tenemos un tonto climax cuando al Papa se le ocurrió  hacer un pinito intelectual en la entrevista Luz del Mundo y hablar de algún caso de justificación de los preservativos. Una doctrina que se acata, pero no se cumple y a la espera de un resquicio en cualquier dicho del magisterio para poder bordearla por entero con toda autoridad, caso de tantos teólogos que una y otra vez crean el estado de opinión propicio para ello.

¿Creen que es una novedad esto que ocurre en la Iglesia? ¿Creen que no ha pasado antes esto de bordear la doctrina en sus aspectos morales más serios? Pues a ver quien adivina la próxima encíclica y la doctrina moral que exponía de la que voy a hablar para ir entendiendo algo de los males de la Iglesia. Una pista en una cita de San Pablo:

Porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores. (1 Ti 6, 10)
M.D.

2 comentarios:

Eagleheart dijo...

¿Hablarás de la Encíclica Vix Pervenit?

Salu2. Paz y Bien.

Miles Dei dijo...

En efecto Eagle.