jueves, 31 de mayo de 2012

De la Porciúncula a la Manquita.

Allí me pareció en una visión
estática de súbito estar puesto,
y ver muchas personas en un templo;

y una mujer decía en los umbrales,
con dulce gesto maternal: «Oh hijo,
¿por qué has obrado esto con nosotros?

He hablado abundantemente del sacrilegio cometido en Asís III y como nuestro Pontífice, Benedcito XVI, permitió que un brujo africano hiciera una invocación a sus orishas en el suelo sagrado de la Porciuncula. Cuando algunos se asustan ante lo que le pasa en estos días y de como le traicionan sus allegados, quizás deberían pensar como Dios no deja sin castigo a los que deshonran su nombre o permiten que se le deshonre cuando fácilmente lo podían haber impedido. Pero no quiero hablar de esto hoy. Prefiero mostrar como ahora tenemos un escándalo mayúsculo en la diócesis de Málaga ("La Manquita") donde un artista llamado "el brujo" ha montado su espectáculo "mágico" sobre el prólogo de San Juan en el mismo altar de la catedral malagueña. Hasta la prensa reconoce la irreverencia:

La fe mueve montañas. Pero El Brujo mueve multitudes. Ayer lo pudimos ver en Málaga. Más de dos mil personas acudieron a su llamada -gratuita, por cierto- en la Catedral. Para él era «un experimento» representar allí su versión del Evangelio de San Juan. Y lo superó. Aunque en algunos momentos cierto toque de irreverencia pudiera rayar para algunos lo políticamente incorrecto. 
El altar de la Santa Iglesia Catedral de Málaga durante el acto.

Y no es sólo la irreverencia es que su espectáculo "apto para todos los credos" se presenta así en la página del artista (Las mayúsculas están tal como aparecen en su página):

Veo “El Evangelio de San Juan” como una extrovertida ceremonia popular con la frescura y espontaneidad que le confiere al teatro la risa y la sensualidad del contacto inmediato con el público, pero con cierto aire de exaltación mística, o HISTÉRICA, si se quiere. (En cierto sentido como una modalidad o derivación lírica de los motivos del famoso ‘misterio bufo’ de Darío Fo). Un relato, a veces sencillo y silencioso, PERO TAMBIÉN EN UN AMBIENTE DE FIESTA, COMPARTIDO Y VIVIDO COMO UNA CEREMONIA MÁGICA.  

O sea, un sacrilegio en toda regla, porque hacer una fiesta y un teatro sobre el Evangelio en el presbiterio de una Iglesia es una irreverencia, pero añadirle además un toque mágico en plan nueva alquimia espiritual, es un sacrilegio. Un acto que además fue promovido por el Obispado de Málaga y al que se le prestó el presbiterio y altar del templo más sagrado para un obispo que es su catedral. ¿Pero quien va a reconvenir al obispo y promover que ponga en orden la diócesis si el Papa hizo algo similar en la Porciúncula en otro montaje apto para todos los credos? ¿Acaso no se puede aducir que fueron "confirmados en la fe" para hacerlo por el sucesor de Pedro que permitió la invocación de Olokún en sagrado en plan montaje cultural?



El simbolito que encabeza el cartel de la obra y que aparece en la escena es un símbolo bien conocido de la alegoría alquímica por ser el que encabeza la obra Auremu Saeculum Redivivus de Adrian von Mynsicht, que usaba el seudónimo de Hinrichus Madathanus. Estos son temas claramente masónicos; de esos que les gustan y promueven en su gnosis para transmutar a la humanidad a un nuevo estado de progreso. No se pierdan la crítica que le dedica el diario EL PAIS a este espectáculo arremetiendo contra los obispos en la web del artista



Luego se queja el Pontífice de que la fe en Europa corre peligro y todos le alaban por su vista de águila mientras callan estas cosas. Tutto bene. Bene... bene... Benedicto XVI!  

Recemos por el Pontífice para que sea fiel y Dios le libre de la mano de sus aduladores irresponsables, que con sus lisonjas dejan al Pontífice débil y títere de estas fuerzas a las que ya no podrá oponerse por miedo a perder tantas alabanzas y encontrarse como el emperador desnudo.

M.D.



miércoles, 30 de mayo de 2012

Pablo VI y el Demonio

Me volvi entonces como aquel que tarda
en ver aquello de que huir conviene,
y a quien de pronto le acobarda el miedo,

y, por mirar, no demora la marcha 
y un diablo negro vi tras de nosotros, 
que por la roca corriendo venía.






¿Cuantas veces se refirió Pablo VI en su magisterio a la acción del demonio contra la Iglesia sus últimos años de potificado?

No es sólo esa famosa de todos oída alguna vez sobre el "humo de Satanás". En realidad fueron cinco veces, de todas las cuales tenemos constancia documental.

Visita Ad Limina de cinco obispos españoles el 5 de diciembre de 1968, justo cuando la crisis de la Compañía de Jesus está en plena actividad sin poder ser atajada por los esfuerzos del Papa. Refiriéndose a la descomposición de la Compañía de Jesús el Papa dijo:

    "Es un fenómeno de inexplicable desobediencia... Verdaderamente hay algo de preternatural, inimicus homo... et seminavit zizannia" (RFDE 52)

Fue el 29 de junio de 1972 cuando se agravaba la crisis de los jesuitas (no olvidemos que de 1968 a 1981 la compañía perdió 10.000 hombres, un tercio de los efectivos de la misma, hoy ha perdido casi la mitad) y cundían los primeros datos sobre la infiltración masónica en la Santa Sede. En la homilía de los Santos Pedro y Pablo habló del famoso humo de Satanás y de más cosas:

La fuente es esta.

El texto italiano resumiendo la homilía en la página de la Santa Sede

    Riferendosi alla situazione della Chiesa di oggi, il Santo Padre afferma di avere la sensazione che «da qualche fessura sia entrato il fumo di Satana nel tempio di Dio». C’è il dubbio, l’incertezza, la problematica, l’inquietudine, l’insoddisfazione, il confronto. Non ci si fida più della Chiesa; ci si fida del primo profeta profano che viene a parlarci da qualche giornale o da qualche moto sociale per rincorrerlo e chiedere a lui se ha la formula della vera vita.

    Come è avvenuto questo? Il Papa confida ai presenti un suo pensiero: che ci sia stato l’intervento di un potere avverso. Il suo nome è il diavolo, questo misterioso essere cui si fa allusione anche nella Lettera di S. Pietro. Tante volte, d’altra parte, nel Vangelo, sulle labbra stesse di Cristo, ritorna la menzione di questo nemico degli uomini. «Crediamo - osserva il Santo Padre - in qualcosa di preternaturale venuto nel mondo proprio per turbare, per soffocare i frutti del Concilio Ecumenico, e per impedire che la Chiesa prorompesse nell’inno della gioia di aver riavuto in pienezza la coscienza di sé.

    Para los que no saben italiano, traduzco:

    Refiriéndose a la situación de la Iglesia hoy, el Santo Padre afirma "tener la sensación de que por alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Ahí está la duda, la incertidumbre, la complejidad de los problemas, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía en el primer profeta profano que nos venga a hablar por medio de algún periódico o movimiento social, a fin de correr tras él y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida.

    El Papa prolonga su descripción general y de pronto la aplica a la Iglesia: ¿Cómo ha sucedido esto? El Papa confía a los presentes un pensamiento suyo: que se ha producido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el demonio, ese ser misterioso que también es aludido por San Pedro en la epístola que el Papa comenta en su alocución. Tantas veces por otra parte retorna en el Evangelio, en los mismos labios de Cristo, la mención de este enemigo de los hombres. Creemos, observa el Santo Padre, que algo preternatural vino al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio Ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpiera e un himno de alegría pro haber readquirido la plenitud de su conciencia sobre sí misma.

15 de Noviembre de 1972 , vuelve sobre el tema. El testimonio es del propio Ratzinger en el libro Informe sobre la Fe que recoge las plabras de la Alocución que subrayo:

    Ya ante aquellas primeras alusiones se levantaron en el mundo murmullos de protesta. Pero ésta explotó de lleno —durante meses y en los medios de comunicación del mundo entero— en aquel 15 de noviembre de 1972 que se ha hecho famoso: «El mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehusa reconocerla como existente; e igualmente se aparta quien la considera como un principio autónomo, algo que no tiene su origen en Dios como toda creatura; o bien quien la explica como una pseudorrealidad, como una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias».Tras añadir algunas citas bíblicas en apoyo de sus palabras,

    Pablo VI continuaba: «El Demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando; es el que insidia sofísticamente el equilibrio moral del hombre, el incrédulo encantador que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de las confusas aciones sociales, para introducir en nosotros la desviación... ».

    El Papa lamentaba luego la insuficiente atención al problema por parte de la teología contemporánea: «El tema del Demonio y la influencia que puede ejercer sería un capítulo muy importante de reflexión para la doctrina católica, pero actualmente es poco estudiado».


Es la Instrucción sobre el Demonio publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en nombre del Papa en junio de 1975 y que el mismo Ratzinger cita a continuación en esa misma obra.


Sobre este tema, y obviamente en defensa de la doctrina repetidamente expuesta por el Papa, intervino también la Congregación para la Doctrina de la Fe con su documento de junio de 1975: «Las afirmaciones sobre el Diablo son asertos indiscutidos de la conciencia cristiana»; si bien, «la existencia de Satanás y de los demonios no ha sido nunca objeto de una declaración dogmática», es precisamente porque parecía superflua, ya que tal creencia resultaba obvia «para la fe constante y universal de la Iglesia, basada sobre su principal. fuente, la enseñanza de Cristo, y sobre la liturgia, expresión concreta de la fe vivida, que ha insistido siempre en la existencia de los demonios y en la amenaza que éstos constituyen»


Fue un año antes de su muerte en 1977 en una audiencia pública a los fieles. El mismo Ratzinger recoge de nuevo el testimonio:

Un año antes de su muerte, Pablo VI volvió sobre este tema en otra audiencia general: «No hay que extrañarse de que nuestra sociedad vaya degradándose, ni de que la Escritura nos advierta con toda crudeza que «todo el mundo (en el sentido peyorativo del término) yace bajo el poder del Maligno», de aquel al que la misma Escritura llama «el Príncipe de este mundo».

A ustedes les toca recoger el trapo y tratar de entender que es lo que quiso decir Pablo VI y donde es profeta, donde pastor y donde un hombre meramete deprimido por ver malograrse esa Iglesia suya que, según él, había readquirido la plenitud de su conciencia sobre sí misma. Es esta última una frase que me hace temblar y que no puedo dejar de comentar. ¿Ha perdido en algún momento la Iglesia, cuerpo de Cristo y Christus Totus en el sentir de los Padres, la plenitud de la conciencia de sí misma? ¿Que es lo que hace cuando recita el Credo y hace la obra litúrgica? Pobre Papa, que no hace aquí sino expresar la mente de los hombres del Concilio que vieron como la trampa primaveral en la que habían caído se destapa ante sus ojos y no deja más que un rastro de tormenta y maldad. Quizás ahí estaba la verdadera y eterna conciencia de la Iglesia que lucha en este mundo contra el maligno y sus obras.

M.D.

martes, 15 de mayo de 2012

La iglesia militante hijo ninguno
tiene que más espere, como escrito
está en el sol que alumbra nuestro ejército



Hoy vemos la siguiente declaración de Don Bux a la agencia ASCA:

´La Fraternita´ San Pio X non ha mai negato il Concilio Vaticano II e soltanto la superficialita e le semplificazioni giornalistiche le hanno attribuito questo diniego. Semmai ha criticato alcune sue dottrine, neppure di primaria importanza. Nella chiesa - conclude il teologo - ci sono persone e gruppi che negano verita´ piu´ importanti´´.

´´La Fraternidad San Pío X nunca ha negado el Concilio Vaticano II y solo la superficialidad y las simplificaciones periodísticas le han atribuido esta negación. En todo caso ha criticado algunas de sus doctrinas, ni siquiera de importancia primaria. En la iglesia - concluye el teólogo- hay personas y grupos que niegan verdades más importantes´´.
 
M.D.

lunes, 14 de mayo de 2012

La absoluta primacía de la Gracia

Volvió a decir: La Gracia que enamora
tu mente, ha hecho que abrieras la boca
hasta aquí como abrirse convenía


Creo que es hora de volver a la obra que recomendaba del jesuita Carlos Frey de Neuville, predicador de la corte de Luis XV.

Pero despojarnos de nuestras inclinaciones y apetitos, pero infundir en nuestra alma sentimientos contrarios á nuestra naturaleza; pero pedir que nos desnudemos de nosotros mismos, y conseguirlo, eso es puntualmente lo que digo una y otra vez con San Pablo, lo que nunca hará el mayor hombre: y cuando á el le parezca que lo hace, no es él quien lo hace, sino Dios: neque qui plantat est aliquid, neque qui rigat, sed qui incrementum dat Deus. (I Cor 3, 7)
De este principio pues incontrastable, en cuya exposición confieso que debia detenerme mas, proceden dos verdades igualmente importantes: una para nosotros, otra para vosotros. Primera verdad, convenientísima para contenernos dentro de los limites de la modestia y de la humildad cristiana. Supuesto que la virtud y la eficacia de la predicación no depende del mérito y de los talentos del ministro Evangélico, sigúese que por abundantes que sean las bendiciones que el cielo derrame sobre nuestra predicación, siempre debemos confesar que somos siervos inútiles y que las conversiones, y hasta el deseo de hacerlas, todo, todo es obra única de Dios, que es quien solo da el querer , el poder y el obrar. Segunda verdad, convenientisima para instruirnos y confundirnos. Supuesto que el mérito y los talentos del predicador no limitan la virtud y eficacia de la predicación Evangélica, síguese que sea quien fuese el ministro, en vosotros consiste haceros provechosa la predicación, pues vuestro corazón no está: en manos del hombre, sino en las de Dios , y que vuestra conversión no depende sino de su gracia, y de vuestra docilidad.

[...]

Para una alma verdaderamente devota no hay sermón perdido. La voz del hombre será solo un mero sonido que se desvanecerá en el aire, pero la voz de Dios se introducirá y penetrara hasta lo mas intimo del corazón: y el Espíritu Santo dirá lo que el hombre no habrá dicho, ni habrá podido decir. Podra muy bien el predicador no ser un apóstol, ni ser un profeta; y sin embargo podrá serlo para vosotros , y respecto de vosotros: en fin sin tener las calidades de profeta ni de apóstol, podéis sentir en vosotros los efectos de tales.
¿Que pensáis pues que habrá que hacer para que experimentéis en la predicación evangélica los auxilios y luces que necesitáis? ¿Acaso comunicar al orador las prendas que vosotros echáis menos en el? No por cierto, antes bastara solamente que vosotros le oigáis con las disposiciones que él pide. Porque es un engaño, es un error pensar que de las prendas y talentos del orador dependen las virtudes del pueblo; antes bien las disposiciones del pueblo son las que constituyen el mérito, las luces y los frutos del orador.

[...]

Cuando vosotros, amados oyentes míos, suponéis que otros predicadores os convertirian, nos alegáis la muchedumbre de gentiles que los Apóstoles convirtieron a la fe de Jesucristo; ¿pero ignoráis acaso, ó afectáis ignorar que otro mayor número todavia quedó envuelto en las tinieblas del error y de la superstición? Sabed pues que quando los Apóstoles dejaron este mundo miserable, era bien escaso el numero de los cristianos y que la idolatría sin embargo de hallarse combatida con la fuerza y luces de tantas y tan estupendas maravillas, se gloriaba todavia de tener avasallado y esclavizado a todo el orbe. Aquel Israel, objeto principal det su ministerio apostólico, aquel pueblo, depositario de tantas promesas, a quien con preferencia a todas las demás naciones del mundo le fue predicado el Evangelio, se cegó con una incredulidad tan obstinada, que triunfó de su celo y de sus milagros. Aquella Jerusalen, regada con las lagrimas y sangre de Jesucristo, de cada dia mas pérfida, antes consintió en ser sepulcro de sus propios hijos y habitadores, que abrir las puertas del Santuario al Dios a quien ella habia condenado a muerte. Es verdad que en solo un sermon convirtió San Pedro tres mil almas: argumento convincente de lo que puede y obra en el hombre la divina palabra. Pero no es menos verdad que San Esteban, San Pablo, y el mismo San Pedro solo experimentaron por lo común las rebeldías y persecuciones de un pueblo fanático, y que vieron engendrarse las mas violentas furias, los mas atroces intentos en los corazones mas instruidos, al parecer, más sabios , más virtuosos: argumento el mas evidente de lo que pueden contra la divina palabra las pasiones indómitas y obstinadas, y prueba decisiva de que pueden hallarse en el oyente resistencias y obstáculos: escollo fatal donde por lo regular naufraga la eloquencia sagrada.

No están nada mal estas palabras para un mundo que se obstina en una "Nueva Evangelización" y que osadamente pone sus credenciales en el número de adeptos y en distintas metodologías. Verdades fruto del dogma de la gracia que son olvidadas hoy en día como si fuésemos una secta semipelagiana o casi totalmente pelagiana.

M.D.

domingo, 13 de mayo de 2012

¡Deicidas! ¡Nazis! ¡Excomunión! (II)

Mas tuvo un acto efectos diferentes:
plació una muerte a Dios y a los judíos;
hizo temblar la tierra y abrió el cielo.


Hemos tenido noticia de que el regalismo sigue existiendo a pesar de que ya no quedan apenas monarcas. El vicepresidente del Parlamento de una república "visita" el Vaticano para imponer condiciones sobre el acuerdo del Papa para rehabilitar a la FSSPX. En concreto de la aceptación de Nostra Aetate en lo que se refiere a los judíos. En fin, si alguno se creía que estas injerencias eran cosas del antiguo régimen y que el Concilio las había anulado en una especie de nueva era de amor y paz para la Iglesia pues que se caiga del guindo. La Iglesia es más cautiva que nunca de la mundana Babilonia por más que diga ser libre como el viento primaveral. Sí, ya lo sé, Arraiz, Luis Fernando y la compañía de conversos. Estas palabras suenan al coco luterano que os atormenta apolojéticamente... ¡uuuuhhhhh! Ya hablaremos de esta cautividad babilónica y en que consiste. Ahora toca seguir el tema de la doctrina tradicional sobre los judíos.

Vimos en la primera entrada el tema de la culpa de deicidio y como la abordaba el Catecismo Romano. Sigamos ahora con la famosa maldición. ¿Es un pueblo maldito el pueblo judío? Pero antes que nada y como por certificar ese lazo espiritual que nos une a los cristianos al pueblo judío voy a citar algo muy importante y poco conocido del Catecismo del Concilio de Trento o Catecismo Romano de San Pio V al tratar de la Redención y como Dios fue declarándose más al pueblo judío que preparó para tal fin:

DEL CREDO
CAPITULO III
CUESTION IV 

Sin la fe en la redención, ninguno pudo salvarse; por eso Cristo fue profetizado muchas veces desde el principio del mundo.

[...]
Después de esto, para renovar la misma memoria de su promesa, continuó manteniendo la esperanza del Salvador así entre los descendiente es de Abraham como entre otros muchos hombres: ya que establecida la república y religión de los judíos, empezó a declararse más a su pueblo. Pues aun las cosas mudas significaron, y los hombres predijeron, cuáles y cuántos habían de ser los bienes que aquel Salvador, y nuestro Redentor Jesucristo había de traer. Y ciertamente los Profetas, cuyos entendimientos fueron ilustrados con luz del cielo, profetizaron el nacimiento del Hijo de Dios, las maravillas que El obró después de nacido hombre, su doctrina, costumbres, método de vida, muerte, resurrección, y todos los demás misterios suyos, enseñándolos tan claramente como si hubiesen sido cosas presentes, en tanto grado, que no vemos que exista otra diferencia entre las predicciones de los Profetas y la predicación de los Apóstoles, y entre la fe de los antiguos Patriarcas y la nuestra, sino la distinción sola del tiempo venidero y pasado.

Es fortísimo. La doctrina de la Iglesia, que los párrocos debían predicar desde Trento, no ve diferencia entre la fe de los judíos del Antiguo Testamento y la nuestra salvo por la sola distinción del tiempo. Aquello era el pasado y esto lo que había de venir y ellos esperaban. Si esto lo dice Nostra Aetate más de uno se rasga las vestiduras: "los judíos profesaban la misma fe que nosotros y predicaban exactamente lo mismo".

Claro que hay una diferencia por la que ya esa identidad no rige en los judíos después de Cristo y esa es la aceptación del Mesías. El Mesías llegó a los judíos y muchos de estos no le aceptaron como tal y no contentos con eso se confabularon con otras gentes para darle muerte y le mataron con distinta culpabilidad según vimos anteriormente. Es a causa de esta no aceptación de la Nueva Ley traida por el Mesías por lo que la fe de los patriarcas y profetas ya no es la misma que la de los judíos después de Cristo. Esto sí que es fuerte a los oídos judíos, pero es la verdad cristiana y la consecuencia lógica de la identidad que hemos afirmado: los judíos de hoy ya no tienen la misma fe que los patriarcas y profetas. Eso es así, estén o no estén esperando al mesías, porque para todos ellos ya vino y no es otro que Jesucristo el mismo Dios hecho hombre que se paseo entre su pueblo poniendo su tienda entre la de ellos como hermosamente expresa San Juan en el prólogo de su Evangelio y que además dio cumplimiento a la Ley y llevó a cabo la redención de toda la humanidad en una Nueva Ley verdaderamente salvífica instaurando la Iglesia y los sacramentos de esta Nueva Ley. Sabemos por fe que al final de los tiempos ellos tornarán a esta fe, que no es otra que la fe en Cristo Jesús, entrando como nación cristiana en la Iglesia.

Y digo yo, entrando ya al tema de la maldición: ¿Cómo puede estar maldito un pueblo que al final va a entrar en la Iglesia entre un torrente de gracia derramada que de culminación a las bendiciones de los patriarcas como siempre se ha narrado en la predicación? ¿No es una antinomia? Pero a la vez, el hecho de estar endurecido como pueblo hasta ese momento sí se puede tomar como una especie de maldición nacional, pues no es bendición el que uno no tenga acceso a la fe ¿En qué quedamos? Esto parece una maldición que es una bendición o viceversa si no fuera blasfemo decir que las bendiciones de Dios son maldiciones. ¿Como tomar esto?

Declara Nostra Aetate:

Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras

La cuestión como vemos es difícil. Tradicionalmente podemos encontrar dos tendencias que oscilan sobre la frase clave del Evangelio para la maldición: "Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mt 27, 25).  Una dice que la sangre de Cristo pesa sobre los judíos a modo de maldición y otra que dice que no hay tal maldición. Podemos citar a dos Santos Padres de la Iglesia al respecto:

"Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Sobre nosotros, y sobre nuestros hijos sea su sangre". Persevera esta imprecación hasta nuestros días entre los judíos, y la sangre del Señor pesa sobre ellos. (San Jerónimo)

Mira aquí la gran perfidia de los judíos, su impiedad y su funesto apasionamiento no les permite ver lo que les conviene prever. Y se maldicen a sí mismos, diciendo: su sangre sea sobre nosotros, y atraen también la maldición divina sobre sus hijos, diciendo: y sobre nuestros hijos. Pero nuestro Dios misericordioso, no aceptó esta imprecación, y se dignó recibir a muchos de sus hijos, que hicieron penitencia: porque San Pablo era de ellos, y muchos miles de fieles, que creyeron, cuando se predicó en Jerusalén.  (San Juan Crisóstomo)

Lo más curioso es ver como Santo Tomás de Aquino hilvana estas dos citas una detrás de la otra en su Catena o comentario al Evangelio con cita de los Santos Padres y autoridades de la Iglesia. Por tanto el genio de Santo Tomás ha encontrado que más que antitéticas son complementarias y eso es porque en realidad lo son: las bendiciones de Dios son maldiciones para el pecador obstinado y sus castigos son bendiciones para aquel pecador que las recibe con espíritu de penitencia. Pero vamos a hacer uso del Catecismo Romano para comprender esto:

CUARTA PARTE SOBRE LA ORACION
CAPITULO V
CUESTION VI


Como deben entenderse las maldiciones de la Escritura. 

Mas las maldiciones que los Santos profirieron contra los impíos, consta que son, según doctrina de los Santos Padres, o profecías de los males que habían de sobrevenir o se dirigían contra el pecado, para que salvas las personas, se destruyese la malignidad de la culpa.

Podría decirse a partir de esto que siempre que un Santo o el mismo Santo Dios ha maldecido a alguien en la Escritura ha sido bajo este aspecto que explica el catecismo. O para profetizar un mal futuro o para salvar a las personas induciéndolas a penitencia. Para nada significan lo que por maldición se asume en el lenguaje común: un cierto deseo de hacer daño a otro que se muestra en la imprecación. Fíjense bien que si interpretáramos la frase de Cristo: Id malditos de mi Padre al fuego eterno... en el sentido popular de maldición lo que habríamos hecho es convertirnos a la herejía Calvinista por la que Dios predestina a algunos a la eterna condenación. Es obvio que el sentido en esa frase es solo el de una previsión de daño futuro (su condenación eterna) así como una imprecación del pecado que han cometido.

Por tanto, si Dios hubiera maldecido al pueblo judío es solo como predicción de males futuros que debían acaecerles o como una forma de destruir lo maligno de la culpa de un gran pecado, por lo que Dios iría directamente contra el pecado y no contra las personas. Aún en el caso de suponer una maldición en el pueblo judío no podemos pensar en un deseo de Dios de dañarles, sino de que se conviertan sobre la predicción de los males fruto de su pecado. Pero aun con esta comprensión no es este el caso de los judíos como vamos a comprobar.

Recordemos el detalle que señala San Juan Crisóstomo: "y se maldicen a sí mismos". O sea, no es Dios es que les maldice, sino ellos mismos en una imprecación, que como señala San Jerónimo, sigue hasta el día de hoy. Ellos si entienden esas maldiciones en sentido popular. Por lo que su grito imprecatorio es más bien un "si hemos cometido injusticia según nuestra Ley, que nos ocurra algún daño". Leamos el catecismo:

TERCERA PARTE SOBRE LOS PRECEPTOS DEL DECALOGO
CAPITULO VI
CUESTION XX
 
No piense, pues, que el Señor, cuya benignidad es inmensa, nos trata como a enemigos, sino que nos corrige y castigue como a hijos. Y si lo examinamos con cuidado, no vienen a ser los hombres en todas esas cosas, sino ministros e instrumentos de Dios. Aunque puede el hombre ilícitamente aborrecer a uno, y desearle todo mal; nunca puede sin permiso de Dios hacerle el menor daño.

Por tanto los judíos no podían hacerse daño a sí mismos (unos a otros como pueblo) si no es por permisión de Dios y consta que a pesar de que como dice San Jerónimo siguen imprecando ese daño y haciendo pesar sobre ellos la sangre de Cristo al que injustamente condenaron y dieron muerte, como dice San Juan Crisóstomo Dios no ha aceptado su imprecación y les da beneficios espirituales en formas de conversiones y grandes santos que jalonan la historia de la Iglesia. Si alguno no disfruta de ellos una vez que se les dan es simplemente porque opone su voluntad de aprovecharlos. Sigamos leyendo en ese mismo punto al catecismo:

Para prueba de esto es muy propio aquel modo de argüir, del que con gravedad y erudición igual, usó San Juan Crisóstomo a fin de convencer: “que ninguno es dañado sino por sí mismo”. Pues los que se creen injuriados, si llevan las cosas por camino recto, encontrarán sin duda, que ni injuria ni daño ninguno han recibido de otros. Porque los agravios que los otros nos hacen, son extrínsecos, mas ellos se dañan gravísimamente a sí mismos, manchando su alma feísimamente con odios, malos deseos y envidias.

Por tanto encontramos en la doctrina tradicional que el Concilio de Trento mandaba predicar a los párrocos, el nexo de unión que ya Santo Tomás de Aquino había visto en esas dos citas: Los judíos no están malditos a pesar de que se maldijeron a sí mismos haciéndose reos de la sangre de Cristo, como consta en el Evangelio, sino que sólo sufren daños en cuanto como personas manchan sus almas con odios, malos deseos y envidias, o sea: con el pecado. Los justos de Israel nada deben temer y consta por la doctrina y por la historia que Dios sigue derramando su gracia en lo que fuera su pueblo.

Un sentido espiritual que ve en el tema de la sangre derramada por Cristo la efusión de gracia nos da una pista: Los judíos en realidad y aún pensando que se hacen reos de su muerte están pidiendo la efusión de gracia sobre ellos y sobre sus hijos. Eso nos puede iluminar algo ese misterio de amor de Dios que dice que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia cuando lo aplicamos al pueblo elegido y su futura conversión como pueblo. Al final la efusión de gracia caerá sobre el pueblo elegido para la Revelación y no es tanto maldición lo que imprecaban sino su fe en el Mesías. Es extraño que la teología moderna que tanto gusta de la dialéctica no haya profundizado en este aspecto, quizás por haber perdido el sentido del sacrificio redentor en la efusión de sangre. En este aspecto, sí que podemos pensar que la sangre de Cristo pende sobre ellos como pueblo inexorablemente. Y si vamos más lejos podemos afirmar que como todos somos deicidas, en cuanto pecadores, y aún con una culpa más grave en los cristianos que en los judíos, como vimos en la primera parte, esta efusión de gracia nos alcanza a todos nosotros. Es una efusión de gracia para toda la humanidad que solo aprovecha a los que de verdad creen y son por tanto verdaderos hijos de Abraham. ¡Qué sentido tan hondo el del Pro Multis en la Eucaristía!

Por otro lado, y al pensar en el sentido más material del daño, si tomamos que el pueblo antiguo de Dios era santo para el Señor, como figura en Deut 7,6 y otros pasajes podemos tomar el sentido de la maldición de un santo en la Escritura de la manera que nos enseña el catecismo: predicciones de desgracias futuras. Lo cual es muy sencillo de entender en cuanto que el único fin que socialmente unía al pueblo de Israel era la fe en Dios y en el Mesías esperado y que en el momento en que estos, como pueblo, rechazan al Mesías, pues están abocados a una debacle social y de injusticia social, lo cual los lectores españoles entenderán muy bien pues es similar en términos a la que hoy sufre España cuando deja de servir al destino católico que la alumbró como nación. Un santo prelado hispano de ascendencia judía y el último de los grandes santos padres de Occidente, San Julián de Toledo, resumirá admirablemente este drama social del pueblo de Israel en las palabras finales de su obra apologética "Sobre la comprobación de la Sexta Edad", destinada a demostrar a los judíos que el Mesías ya había nacido. No es mera retórica sino el alma del pastor que sufre por estas ovejas que han perdido el camino al redil: 

O quam dolendus est error tuus! Nulla enim te prophetalis historia iuvat, nullus historicus ordo confirmat: iam signa tua non vides, iam non est propheta (Psal. LXXIII, 9) , nubibus enim mandavit, ne pluant super te pluviam (Isai. V, 6) Et adhuc dicis nasciturum esse Christum? Exspecto, inquies, qui iam olim venit in mundum. Vere multum erras, multum desipis, multum stertis, graviter enim corruisti, o Israel; in iniquitatibus tuis collisus es, confractus es, conquassatus es. Viam perdidisti, viam ergo sequere, ut per viam venias ad salutem. Amen. 

El pueblo judío, antiguo pueblo escogido por Dios para dar a conocer su Revelación, no es ni réprobo ni maldito, sino que sufre un destino dramático en cuanto se aleja de Cristo, el Mesías, que es su fuente de vida y que a su vez es un destino escatológico. No están exentos de la gracia por ello, ni de las bendiciones patriarcales, pero como realidad nacional andan sin rumbo y perdidos por obra de su obstinación en negar a Cristo. El mismo auge del sionismo en una entrega total a la inmanencia por parte del pueblo judío que invierte los térmnos de Mesías y pueblo es una clara muestra de ello y del error del que se quejaba San Julián. Nada hay en la doctrina tradicional  que pueda ser contradicho por Nostra Aetate, en el apartado de los judíos, si bien la doctrina tradicional es mucho más explícita y completa que esta declaración conciliar cuyas circustancias históricas deben ser conocidas. De eso trataremos más adelante.

M.D.




.





sábado, 12 de mayo de 2012

Fabulando sueños

Enseñado me había por su hueco
muchas lunas, cuando un mal sueño tuve
que me rasgó los velos del futuro


El otro día leí un comentario a propósito de lo que parece una inminente rehabilitación canónica de la FSSPX en el que se decía que era hora de reinterpretar, o algo así, la profecía de Don Bosco. Pensándolo bien no es una mala idea y enseguida se me vino a la cabeza (maldita inmanencia) un guión prometedor sobre una de las profecías de Don Bosco que, de tener tiempos y ganas, podía fructificar en algún tipo de relato de corte apocalíptico de los que jamás triunfarían en un concurso infocatólico.

Como recordarán hay una profecía de San Juan Bosco sobre los tiempos finales de la Iglesia. Como toda profecía clásica, viene en forma de sueño y es conocida como "el sueño de las dos columnas". De ella hablé en un pasado y me quedan cosas por decir, por ahora sólo esbozo un guión para atormentar un poco más la imaginación de los lectores. Una narración del mismo la tienen aquí, interesante por el detalle que añade sobre el número de Papas caídos. Nadie sabe si uno o dos. ¿Asesinarían no a Juan Pablo I?

Para que comprendan la línea interpretativa del sueño digamos que las dos veces que el Papa reune a los pilotos hacen referencia a los dos últimos concilios ecuménicos de la Iglesia: el Vaticano I y el Vaticano II. Los detalles son sorprendentes: la primera reunión resulta interrumpida por al arreciar de la tormenta, como de hecho pasó con el Vaticano I, que fue suspendido por el Papa en pleno arremeter de las tropas italianas que ocuparon los Estados Pontificios. La breve calma que precede a la segunda reunión parece ser el final del pontificado de Pio XII, momento breve de calma para la Iglesia. Tras este periodo comienza otra reunión, el Vaticano II y la tormenta se torna espantosa en palabras de Don Bosco.  El Papa que cae herido gravemente y es sujetado por los que le rodean parece una alusión en toda regla al atentado de Juan Pablo II. Por tanto desde ahí hemos de seguir la historia.

He aquí mi guión interpretativo (en rojo las palabras de Don Bosco):

-Comenzamos con  la rehabilitación de la Fraternidad con su superior al frente.

-A consecuencia de este empeño del Papa y de la tremenda tensión que provoca en sus enemigos el Papa sufre un atentado. El Pontífice es herido por segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves (los enemigos de la Iglesia) reina un júbilo indecible.  Ahora tenemos una Iglesia dividida y sin cabeza. Terreno abonado para la destrucción.

-Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.  Lo que nadie esperaba ha ocurrido. En el cónclave imitando a otro anterior donde ya se dieron votos a Marcel Lefebvre a un cardenal se ha levantado y se le ha ocurrido proclamar Papa por aclamación al superior de la Fraternidad recordando el gran tino que mostró en una carta conocida a disgusto suyo. Nadie sabe como pero la moción prospera... quizás los más reacios se lo han tomado a broma (igual hasta el cardenal que la propuso lo hizo ciertamente a modo de broma) y todos han seguido el juego y cuando se han querido retractar es demasiado tarde porque la ley del Espíritu Santo es inexorable para aprobar lo que los hombres designados por Dios hacen aunque sea medio en broma. El nuevo Papa está elegido en el primer día. La noticia de esta elección sobrepasa y se sobrepone a la de la muerte del anterior Pontífice asombrando al mundo entero, sobre todo cuando se comunica que al ser informado de su elección y aceptarla, el nuevo Papa ha elegido el insólito nombre de Pedro Romano. Los enemigos comienzan a desanimarse.

Lo que sigue ya es el final del sueño, que repito porque es de los más hermosos y esperanzadores de todos estos apocalipsis que se nos presentan en las revelaciones privadas:

El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y, al llegar al espacio comprendido entre ambas, las amarra con una cadena que pende de la proa a una áncora de la columna de la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.

   Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la fuga, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas, que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.

   Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, y allí permanecen tranquilas y serenas, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta.

En fin, ahí tienen un fabuloso guión (de "fábula" y "oso" como la fábula del oso del escudo del Pontífice reinante que acaba llevando su carga a Roma) para un fantasioso relato donde un imaginativo y hábil escritor con mejor tino, que Jesús Bastante, podrá poner la trama desde el punto de vista de personajes interesantes (entre neocones, tradicones y demás especies) narrando peripecias y milagros de la movida eclesial hodierna... Eso sí, que no lo venda, sino que lo cuelgue gratis en la Red para que todos disfruten del sueño que este guión conviritió en pesadilla y puedan mortificarse por el Santo Padre y sus intenciones. Seguro que al final resulta mucho más interesante y actualizada que las clásicas narraciones que tenemos sobre estos temas y, quien sabe, a lo mejor un día la vemos llevada al cine y a los mercaderes de turno ofertándola en DVD en un paquete doble con Cristiada. Por lo demás, ya saben: las revelaciones privadas (y ni siquiera sabemos si esto pasa de algo más que un sueño) no son obligatorias de creer, aunque a algunas conviene hacerlo.

M.D.



viernes, 11 de mayo de 2012

Novísimo libro de Mons. Brunero Gherardini

Quédate ahora, lector, sobre tu banco,
meditando en aquello que sugiero,
si quieres disfrutar y no cansarte.



Monseñor Brunero Gherardini ha retomado el tema de la discusión sobre el Vaticano II en una nueva obra.

Il Vaticano II. Alle radici d'un equivoco
El Vaticano II. En las raices de un malentendido.


La nueva obra de 412 páginas está editada en Lindau y pueden verla en la página de la editorial donde además se ofrece a descarga en documento PDF el prólogo de la misma.

Puesto que no hay más sordo que el que no quiere oir, mis adversarios han continuado pintándome lanza en ristre contra el Vaticano II para dar peso a su opinión. Últimamente, no se contienen incluso ante la calumnia y la difamación.

Todo tiene un límite que es el de la verdad y la decencia, en el supuesto de que para alguien sea un lujo el límite de la caridad. Y es sobre la base de la verdad y la decencia, nunca dejando de lado las cuestiones de método y contenido, como ha nacido esta publicación.

Como entendemos a Gherardini todos los que a un nivel distinto hemos pasado por lo mismo y por adversarios tan rastreros como para llegar a la calumnia y a la difamación. Si el mundo de la ciencia teológica es así, no nos extrañemos de que ocurra a mayor nivel en el mundo de la difusión internera. Aquí cabe en todos los sentidos la frase de la Escritura: sufficit discipulo ut sit sicut magister eius... (Mt 10, 25). Ahora en teología todos los que hemos defendido la posibilidad de una discusión sobre ciertos aspectos del Concilio Vaticano II ahora somos todos sodalicios, si no discípulos, de un maestro como Gherardini que sale a nuestra defensa.

En verdad es un hecho que el Vaticano II no se reconozca en esta [La Tradición de veinte siglos antes del Concilio] plena y pacíficamente, ni esta se pueda armonizar con el diapasón del Concilio Vaticano II. Son dos partituras* no sintonizables recíprocamente sobre la "dominante", lo que no es debido a alguna nota marginal, sino a que una es intrínsecamente diferente de la otra e incluso a veces opuesta.

Yo no tendría ninguna dificultad para detectar, un documento tras otro, todas las "alteridades", y en particular aquellas antitéticas, de las partituras. La lista incluiría documentos completos, tales como GS [Gaudium et spes], DH [Dignitatis humanae], UR [Unitatis redintegratio] y Nae [Nostra aetate], junto a los puntos o doctrinas peculiares: por ejmplo la Encarnación del Verbo en todo hombre; el "subsistit in"; la colegialidad de los obispos no bajo el perfil del "episcoporum corpus " sino del órgano de gobierno de la Iglesia universal; la comunión incompleta; la Iglesia de Cristo como la suma de iglesias y comuniones eclesiales. No es este el punto. O no es aquel al que está dedicada esta publicación. Aunque el desarrollo de mi argumento no puede evitar por completo referirse a tal o cual particular, "alteridad" conciliar cuando se enfrenta a la ininterrumpida Tradición de la Iglesia, la razón por la que escribo no se identifica con la lista de las mencionadas "alteridades", sino con la intención de demostrar la falta de fundamento de las objeciones formuladas, contra mi o contra cualquier persona que piensa como yo, y de la idea de fondo de la que dependen estas afirmaciones. Ya en el título que he llamado "malentendido" a esta idea. Procedo a demostrarlo.

¡Cuantos tendrán que meditar y recapacitar de todo lo que han dicho sin atender a la sana disputa de la teología católica cimentada sobre bases perennes de ciencia y verdad y no sobre la mera propaganda! No creo que haga falta dar nombres, los reconocerán en los que ignorarán, precisamente por cuestiones de propaganda y no de ciencia, esta nueva obra de Gherardini.



______________________
(*) Gherardini hace uso en este texto de una elegante y culta imagen tomada de la teoría musical donde hablará del Concilio y la Tradición como dos partituras musicales que han de sonar en armonía. Dominante y alteraciones son elementos de dicha teoría. La dominante es una de las funciones armónicas dentro de cada escala de notas y nos permite entender la la forma en que los acordes musicales (varios sonidos dados al mismo tiempo) se relacionan entre si. Las alteraciones son signos en la partitura que modifican la altura o entonación de los sonidos. En música se habla de alteridad musical, pero creo mejor a la imagen el traducir como alteraciones la palabra "alterità". La alteridad musical es el cambio de normas y usos en la misma teoría de la música que hacen otra la misma música y por tanto inarmonizable según la teoría tradicional. Por ejemplo, en el caso de uso de escalas de distintos intervalos en la música indú.

Actualización: como expreso en el comentario, repienso la imagen y traduzco alterità por alteridad.


M.D.